Desenredar las 24 horas Le Mans con Porsche y toda su gama

Vicente Cano

5.233 km dan para ganar Le Mans

Hay muchas maneras de hacer 5.233 km, como estoy a punto de hacer con la Porche Le Mans Unravelled. Puedes dar 388 vueltas a Le Mans o ir desde Bodø, al norte del Círculo Polar Ártico, hasta Tarifa. Eso es lo que Porsche me ha propuesto para celebrar, a los mandos de toda su gama, la increíble victoria en las 24 H de Le Mans 2016. Como puedo elegir, para empezar subo a mi favorito: el Porsche 911 Turbo S. Con él voy a hacer los primeros 250 km desde aquí hasta la línea del Círculo Polar, donde paso al asiento del copiloto para que Paolo, mi italiano compañero de viaje, tome los mandos. 

Hasta aquí, la civilización ha ido desapareciendo mientras la capa de nieve iba aumentando. Al subir por una pista con la caravana de Porsche, los neumáticos del Macan GTS de delante empiezan a escupir grava, que nos impacta por todas partes. Los chinazos que pican por aquí y allá el parabrisas se me clavan en el alma y me hacen pensar que la excursión puede tener un final prematuro si tenemos mala pata. Por suerte, no es así, pero a la vuelta en Alemania, los nueve coches del convoy van tener que pasar sin falta por la línea de pintura. Al cabo de un par de horas, cambiamos el 911 por un Cayman S y vuelvo tras el volante mientras el paisaje se vuelve más humanizado y en los lagos congelados el hielo se resquebraja.

Vamos con neumáticos de verano, pero ni el Porsche 911 antes, ni el Cayman ahora lo  acusan en absoluto. Justo cuando la aguja de la gasolina llega al último cuarto, alcanzamos la primera ¿ciudad? de casas desperdigadas y con un estilo que  recuerda más al 'far west' más que a Europa. Al poco de repostar, empezamos a cruzarnos con renos que ramonean cerca de la carretera. A pesar de su pinta pacífica, su tamaño y las exageradas defensas delanteras que llevan los camiones para espachurrarlos sin dañarse no invitan a la distracción. Llevamos más de 800 km en la Le Mans Unravelled, pero la precisión del Cayman S, su sonido y el café me mantienen en un grado de excitación perfecto para seguir al volante por este país interminable, una lástima que llegue el momento de Paolo otra vez. 

Sobre el puente de Oresund, un coche tan espectacular como el escenario
Sobre el puente de Oresund, un coche tan espectacular como el escenario

Tras otras dos horas, anochece justo cuando alcanzamos la primera autopista; hay que llegar a las inmediaciones de Estocolmo para el relevo. En un parking, nos espera el equipo de conductores nocturnos cuando hemos cubierto 1.160 km en 13 horas. Dos buses usados por bandas de música para las giras con literas en la planta superior nos esperan para llevarnos al siguiente punto y como solo tenemos siete horas, me zampo la hamburguesa que me dan y salto a la litera para dormirme en tres segundos para poder seguir conduciendo toda la gama de Porsche desde bien temprano mañana.

Por la mañana, tras una ducha rápida en un hotel de carretera, me aguarda un precioso Macan GTS de color rojo con el que, al cabo de una hora y pico y tras atravesar el puente de Oresund, subimos al ferry que lleva desde Dinamarca a las inmediaciones de Hamburgo. Sí, sí, autobahn. Lo malo es que es viernes y de cuando en cuando encontramos atascos y varias tormentas torrenciales. Cuando no, el cuentakilómetros no baja de 200 km/h. Hacia el final de la jornada, llega el turno de cambio de coche, pero Paolo se sube a u Panamera GTS y a mí me toca conducir la bestia, el Porsche 918 Hybrid

Se trata del quinto prototipo del superdeportivo de Porsche, así que vale 1.200 millones más que los 800.000 euros que costaban los de serie, pero no me pongo nervioso ni por eso, ni por los 887 CV que llevo detrás, ya tengo bastante con el sonido del motor. Se oyen ruidos de flujos eléctricos sin parar, pero cuando vas a 150 km/h y pisas el acelerador, sale disparado de tal manera que diría que es ahí cuando más aceleración tiene. A medio metro detrás de ti crees que es inigualable el rugido de tiranosaurio Rex que te llega cuando vas a 200 km/h, pero entonces sigues pisando más (un círculo de LED en el cuentarrevoluciones te ayudan a saber por dónde va el acelerador), parece que tras de ti se ha abierto la tapa del infierno... A 280 km/h, no sientes ni una vibración del volante y solo el sonido indescriptible del motor y del viento a tu alrededor de indican que ya podrías despegar de ir a bordo de un avión.

De hecho, este coche puede alcanzar 100 km/h más, pero tengo que compartir la vía con otros usuarios y no sería prudente ir más deprisa. Además, pronto pasamos a Holanda, donde hay más radares todavía que en España y el mismo límite de velocidad. Sigo por sus carreteras 200 km con el 918 hasta entrar en Bélgica, donde el relevo nocturno espera en otra gasolinera. Por la mañana, despertamos en Le Mans con el circuito dispuesto para hacer una sesión de fotos conmigo a los mandos de un 718 S. Durante todo el rato, tengo una sensación de surrealismo y excitación por estar en este trazado hoy vacío de gente con semejante comitiva pero, en el fondo, también tengo ganas de salir a carretera con el Boxster porque aquí no vamos a poder dar vueltas a nuestro antojo.

Unos 1.000 km nos esperan hasta poder alcanzar el siguiente punto de refresco: Motorland en Alcañiz. Antes, tras un relevo con mi compañero, nos subimos a un Panamera GTS con el acabado Executive. Justo lo que necesito porque me pego todo el trayecto recibiendo masajes por parte del asiento con los mejores 'dedos' del automovilismo mundial, desde donde acaba la espalda hasta los hombros. Un nuevo cambio de montura para entrar en España me devuelve a mi amor, el Turbo, como los ingleses llaman a este 911.

A pesar de que una prueba ciclista nos retrasa media hora, vamos sobre el plan señalado y atravesamos Navarra y Zaragoza disfrutando de lo rápido que cambian los paisajes en mi país y del arrullo del motor y la aceleración hasta la velocidad justa a la que la que no saltan los radares, o eso creo. Llegamos al circuito de Alcañiz justo a las 20.00h para ver los entrenamientos del equipo de Porsche para Le Mans, quedan cinco semanas para la carrera y no nos dejan hacer fotos, pero sí visitar los boxes y me quedo impresionado por el despliegue técnico y humano que, entre otras cosas, nos permite disfrutar de la primera comida caliente en dos días. 

Tras la misma, vemos un espectacular repostaje de entrenamiento y nos subimos a los autobuses que nos trasportan mientras dormimos hasta Almería. Lo cierto es que, después de haber hecho 4.800 km, los últimos 400 y pico son raros, pocas fotos y sensación de que “esto se acaba, chicos”, pero por lo menos tengo el Cayman GTS que me voy cambiando con Paolo cuando nos cansamos del excesivo tráfico de la Costa del Sol. Entre Almería, Málaga y Cádiz, voy haciendo de guía turístico por el walkie talkie para toda la comitiva cuando no voy a los mandos. Y, así, llegamos a Tarifa... 5.226 km, nos hemos pasado por tres quizá por la idea de llegar justo al castillo que puntea la costa tarifeña. Eso sí, el contraste entre los hielos de Noruega y las familias tostándose en la playa gaditana en una soleada mañana de domingo es brutal. No sé qué sentirán los ganadores de Le Mans, pero a mí me apetece seguir conduciendo.