Prueba Nissan GT-R : un milagro de la ingeniería para disfrutar

Jamás factores como potencia, peso o tracción tuvieron una importancia tan palpable como en el Nissan GT-R: todo es a lo grande, una batalla épica contra el crono y contra los elementos, ¿te subes?

Hoy es un día grande, sí, no lo puedo negar. En mi bolsillo aguardan impacientes las llaves de un Nissan GT-R, una de las máquinas más espectaculares de la última década, unas llaves que bien podrían ser de un compacto pensado para llevar a tu abuela de viaje pero que en realidad abren las puertas del paraíso de la potencia, la efectividad y la conducción en su modo más salvaje.

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Ante mi la bestia, en esta prueba cuento con la última actualización de un coche que ha retado a las leyes de la física en una feroz batalla contra el tiempo. En esta versión, los cambios son muy ligeros y estéticamente lo que más me llama la atención son las espectaculares llantas Nismo, que le dan un toque racing que no puede ser más acertado. Saco finalmente la llave del bolsillo y rápidamente me acomodo en sus baquets Recaro, duros pero con un punto de mullido que favorece el confort, más benévolos con tu espalda que con los de un 911 o un Clio Sport. Empieza la fiesta, guardo las llaves en un hueco de la consola central y aprieto el botón ‘Start’.

El V6 biturbo de 3,8 litros cobra vida con un potente alarido, para más tarde llegar al interior como un suave ronroneo. Un primer vistazo al interior me revela que los cambios dentro también son mínimos, lo que rápidamente me hace pensar que empieza a necesitar una renovación. Pero bueno, en un coche como este la estética no me parece un factor determinante, aquí importan las sensaciones: es como decir que no te gusta el Dragon Khan de Port Aventura por el color de las vagonetas.

Un motor de otra galaxia

Llega el momento de la verdad, de poner a prueba, como diría mi compañero James May, todos los años de aritmética que ha necesitado este coche para ver la luz. Coloco la caja de cambios en modo secuencial, me gusta el tacto de las levas y no concibo una conducción deportiva con el GT-R de otra manera. En la pantalla central decido mostrar una pantalla personalizada donde te indica las distintas temperaturas de varios componentes internos: ¡incluso la temperatura del aceite de la caja de cambios! Parece de ‘Play Station’ pero resulta tremendamente útil para no hacer locuras ni poner el apuros a la mecánica.

Espero impaciente como un niño esperando a los Reyes Magos la temperatura deseada y una recta lo suficientemente larga como para merendármela sin poner en peligro mi vida. Aquí está: temperatura: OK, tráfico: OK, vamos allá. Llega el momento más esperado en el GT-R: el launch control. Coloco los mandos en posición R, hundo el pedal del freno con el pie izquierdo, hago lo propio con el del acelerador, cuatro mil vueltas y ¡Boom!

El GT-R es capaz de acelerar de cero a cien en 2,8 segundos: ¡brutal!

Comienza la batalla que comentaba antes, soltar el pedal del freno en ese instante es sentir la pelea más cruel bajo tu trasero. El empuje y el nivel de tracción que consiguen las ruedas es asombroso, los 550 CV y 632 Nm de par del propulsor VR38DETT pegan cada centímetro de tu cuerpo al asiento sin contemplación: como no estés en una posición adecuada, puedes terminar con collarín. Asombra como apenas pierde tracción, como todo está calculado al milímetro para proporcionar un empuja bestial. En menos de tres segundos y todavía asimilando lo que está pasando te plantas en 100 km/h, necesitas estar rápido con el cambio o, literalmente, se te comerá. La transición de primera a segunda es tremenda; rápida y excitante. El motor sigue empujando y te vienes arriba, tu pulso se acelera, tu cuerpo libera endorfinas y cuando te das cuenta vas tan rápido que un radar mal colocado te puede mandar directamente a prisión. ¡Madre-mía! Pero qué barbaridad.

Pocas veces he sentido una aceleración tan salvaje, tan desbocada y a la vez tan controlada. Me resulta difícil poder definirla en pocas palabras. Me encanta el tacto de la mecánica, es muy elástica y siempre está dispuesta a empujar. Únicamente en muy bajas revoluciones, notas algo de lag del turbo, pero su entrada es muy discreta y, si bien notas la patada, no resulta nada molesto.

Pesa más de 1.800 kg, ¿es una ballena?

Muchos han criticado al GT-R por su peso. Lo entiendo e incluso yo también suelo ser partidario del lema: ‘no multipliques la potencia, divide el peso.’ Pero el caso del Nissan GT-R es único y especial. Es donde la ingeniería ha logrado vencer al sentido común. ¿Cómo puede ser que un coche tan pesado sea tan rápido y efectivo en curvas? Personalmente creo que uno de los mayores logros, además del chasis, es una suspensión realmente acertada: es dura, evita balanceos y hace que el eje delantero trace exactamente por donde quieres. Es comunicativa, mucho más que la dirección, que me gustaría que fuese algo más dura y directa, y consigue que te olvides que estás en un coche más pesado que un Audi A6.

Un paso por curva y una efectividad que te deja con la boca abierta

El cambio de doble embrague, como te comentaba, es una maravilla, me gusta lo bronco que resulta cuando vas rápido, esa mala leche que no tienen los cambios S-Tronic o PDK, de Audi y Porsche respectivamente. Algunos me dirán que eso es malo, sí, vale, compro el argumento y no seré yo el que diga que la caja del Nissan es mejor que las de los gigantes germanos, pero sí me gusta ese ‘tironcillo’ que provoca al cambiar, se siente más mecánico y menos camuflado bajo las premisas del confort y la efectividad.

Sorprendentemente utilizable

Cuando tienes un superdeportivo en el garaje y debes desplazarte con él en las obligaciones diarias, generalmente cuentas con una serie de recomendaciones mentales: no llevar a nadie detrás, intentar evitar al máximo posible los trayectos urbanos, etc. Pues bien, el Nissan GT-R no me ha sorprendido por lo rápido y lo bien que va, eso ya me lo esperaba, me ha sorprendido y mucho en el apartado más práctico, empezando por sus plazas traseras. Es cierto que el interior podría contar con materiales más cuidados y mejores ajustes, pero me atrevo a decir que cuenta con las plazas traseras más rápidas del planeta. Sí, has escuchado bien, plazas traseras.

El interior comienza a acusar el paso del tiempo. Los materiales podrían ser más 'premium'

Durante estos días he conseguido meter en las dos plazas de atrás a gente que mide más de 1,85 y que pesa más de 100 kg, evidentemente nos les hagas hacer 600 km porque pueden morir, pero salva perfectamente la papeleta. En cuanto a la conducción diaria, basta con poner el cambio en automático y todos los controles en posición normal para tener un coche la mar de cómodo y utilizable en el día a día: algo que tanto se ha destacado del Porsche 911, creo que también se puede aplicar al GT-R.

Entonces, ¿es el coche perfecto?

No, ni de lejos. Te cuento: el Nissan GT-R es uno de esos coches que te deja con un gran sabor de boca pero que no te terminarías comprando. ¿Por qué? Corre mucho, te provoca sensaciones únicas, es como tener una montaña rusa en casa. Muchos afirman que los 121.250 euros que cuesta son una ganga comparados con coches del mismo nivel de velocidad y sensaciones. Y aquí está el ‘quid de la cuestión’: si quieres prestaciones a buen precio, este es tu coche, pero si quieres ‘algo más’, yo por ese precio creo que elegiría otras opciones, mejor terminadas en el interior, más equipadas y con una imagen algo más potente y actual. El tiempo no perdona para nadie y el Nissan GT-R creo que empieza a pedir a gritos una renovación. Los rumores apuntan a que la última revisión del GT-R, antes de la llegada de su sustituto en 2020, irá en esa línea: ser más premium, hacer que los pasajeros se sientan más especiales en su interior. Creo que es el camino correcto, porque en todo lo demás, este coche es una auténtica obra maestra de la ingeniería.

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