Hay nombres en la industria del automóvil que suenan tan fuerte que incluso los que no aman este mundo de cuatro ruedas reconocen. Está el caso de Ferdinand Porsche, Ferruccio Lamborghini, Enzo Ferrari o Ettore Bugatti, este último fundador de la marca que lleva su apellido. Bugatti es sinónimo de lujo, deportividad, grandeza… y todo lo que suene exclusivo y caro, muy caro.

Bugatti creó la marca a principios del pasado siglo, en 1909. Pese a ser una marca muy conocida dentro del mundo del lujo, la compañía se destacó por sus coches de competición. Fue fundada en Molsheim, localidad francesa. Si bien, en su fundación pertenecía al Imperio Alemán. "Nada puede ser demasiado hermoso, nada puede ser demasiado costoso" es uno de sus lemas o claim, aunque para esto último es algo extenso.

La compañía se mantuvo nada menos que tres décadas en la cima de la industria en cuanto a rendimiento y lujo, destacando la década de los años 20, aunque la Segunda Guerra Mundial le asestó un duro golpe. Gracias a la gran identidad que habían creado se mantuvo el interés por la marca, que pudo remontar entre los años 1950 y 1960. Y es que Ettore Bugatti murió a finales de la década de los años cuarenta, momento en el que tocaría fondo la empresa.

La marca se mantuvo en cierre durante unos 35 años, y a pesar del sueño de Romano Artioli de resucitar la marca, propietario desde 1991, no fue hasta la compra de Volkswagen cuando la compañía resucitaría completamente, en 1998.

Hay numerosos modelos que han marcado la historia de la marca. Quizás, algunos de los más importantes fueron el Bugatti Type 57 SC Atlantic, un coche del que solo se fabricaron cuatro unidades y de las cuales una de ellas se perdió la pista. El Bugatti Type 50, uno de los coches más avanzados de su época, o el Bugatti Type 13, el primer coche producido en serie de la marca. Por supuesto, en la actualidad, los Veyron y Chiron, además de todos sus derivados, son coches con los que cualquiera soñaría solo con ver en directo.