Prueba retro: Opel Corsa GSi y el encanto de la vieja escuela

Opel Corsa GSi de primera generación

Pequeño pero matón... Y sin ayudas a la conducción

A veces me dais envidia. Muchos de vosotros, por haber nacido bastante antes que yo y haner vivido la época dorada de los coches deportivos, de los compactos de los años 80', de la competición... Pero mi joven vida me ha llevado a tener la suerte de echarle el guante a muchos coches clásicos, como en esta prueba del Opel Corsa GSi de primera generación.

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El (maravilloso) momento tuvo lugar en Frankfurt, Alemania, durante la presentación y prueba del Opel Corsa 40 Aniversario. Allí, la marca también llevo a todos los clásicos de la gama Corsa. Desde su primera generación en 1982 hasta la última versión 100% eléctrica.

Al llegar, mi mirada se posó directamente en los Corsa GSi y el Corsa GT. Del primero, había dos coches: uno en negro y el otro en ese clásico rojo de Opel. Del segundo, una unidad en amarillo. Todos conservados genialmente. Y allí que fui, dispuesto a apretar a estas bestias.

Diseño espartano, sin parafernalias

Seamos sinceros, el Opel Corsa GSi no tiene el mejor diseño del mundo. En su época, el Volkswagen Golf estaba muy por encima en este aspecto, pero rezuma cierto encanto. La insignia delantera, sus ópticas cuadradas, su característica aleta trasera, el maletero casi vertical...

Aquellos años fueron los años de los coches con forma de caja. Una con la que podías divertirte cual niño de cuatro años, pero a velocidades que harían temblar a más de uno. Sobre todo con estos coches donde la pegatina Jesus is my airbag queda de lujo.

El interior pues un poco más de lo mismo. Sencillo y extremadamente pequeño. A mi 1,85 metros de altura no le gustó especialmente, incluso con la mejor posición del asiento. Aunque al menos, las piernas tenían suficiente libertad para hacer punta-tacón en los cambios descendentes de marcha.

Pequeño motor y bajo peso, la fórmula de la diversión

Opel Corsa GSi de primera generación

Banzai Motorsport

El primer Opel Corsa GSi equipó un motor armosférico de inyección con un bloque de 4 cilindros en línea y culata de 8 válvulas. Pide a gritos un swap de motor al del Opel Kadett GSi o directamente una modificación de esa culata, pero sus 100 CV de potencia hasta las 6.400 rpm son una delicia.

¿Por qué? Pues porque esta infame sabandija de los tramos pesa en vacío menos de 900 kg. No era una bestia definitiva, pero aguantaba el tipo en el 0 a 100 km/h por debajo de los 10,0 segundos. Todo ello aderezado con frenos de disco delante, tambor detrás y una caja de cambios manual de 5 velocidades.

Yo nunca había conducido uno, más allá de haberlos visto en tramos de rally con otros motores serpentear como diablos en las curvas. Las expectativas no eran muy altas, pero esto cambió rápido.

Al volante del Opel Corsa GSi

También al volante del Opel Corsa 1.3 GT
También al volante del Opel Corsa 1.3 GT

Banzai Motorsport

Comienza la prueba del Opel Corsa GSi con un giro de llave y un buen apretón de acelerador para que la inyección trabaje un poco. Estos coches se arrancan así. Ni botones ni tonterías. Y esta versión, por cierto, estaba sin catalizar. Un espectáculo en frío.

Lo dejo calentar brevemente como buen petrolhead y voy echando un vistazo a los relojes de temperatura, voltaje... Costumbres de un propietario de clásicos que nunca sabes por donde te van a fallar. E inicio la marcha dispuesto a ver de lo que es capaz.

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¡Ehhhhhhh! Calma, que Alemania está plagado de radares y tenemos que salir de la ciudad. Ya tengo fichados un par, así que vamos subiendo de vueltas al coche para prepararlo pero de forma respetuosa con las señales (como siempre conducimos los periodistas de motor, guiño guiño).

Llego a la incorporación de la autovía, y se desata la fiesta. El Corsa GSi empieza a subir de revoluciones de una manera asombrosa, y se embala más y más. Cambios rápidos, golpes de palanca y el motor ruge sin cesar.

Adoro los atmosféricos y su respuesta, sinceramente. Ya conozco la ruta, la he hecho un par de veces con el Opel Corsa eléctrico antes. Después de un rato, llego a un par de curvas enlazadas con un giro largo a derechas con el que hay que tener cuidado.

Opel Corsa GSi de primera generación

Vía libre, así que aterrizo en quinta y reduzco a cuarta y a tercera con golpes de tacón en el acelerador. No hay pérdida de revoluciones, y entro a 5.000 vueltas en la enlazada. La dirección, dura y sin asistencias, se resiste un poco pero se controla sin problemas con golpes de volante.

El coche engancha el asfalto de una manera sombrosa, con las ruedas chirriando levemente. Mi mente se vuelve automáticamente un túnel. En la próximas horas, simplemente no pienso. Conduzco. Acelero, freno, cambio de marchas, reviso los relojes...

Esto es un puro disfrute. Este compacto deportivo me sorprende muchísimo. Es rudo. Muchísimo. Si aceleras con consistencia desde parado, patina hasta que consigue la tracción. Reduce la velocidad con fuerza y atraviesa las curvas nervioso, aunque sin problemas. Y está completamente de serie.

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Una culata de 16 válvulas, unas suspensiones roscadas y algún que otro refuerzo con la parte de atrás vaciada... Cuatro modificaciones contadas y puede volverse una completa locura. Sin embargo, haberlo conducido en este estado es todo un privilegio.

Es uno de esos coches con encanto que, de repente, han disparado su precio por las posibilidades que ofrecen. Un Opel Corsa GSi de segunda mano ahora puede costar hasta 7.000 euros. Una barbaridad. 

Es un coche de la vieja escuela, con el chasis duro, pegado al suelo, delirante, sin aislamiento acústico o comodidades. El gusto de conducir como antes, por el mero placer de pilotar. Pases frío o calor.