Lee Lacocca, una de las figuras más reconocidas del automóvil en el pasado siglo, tomó las riendas de Chrysler en 1978. Entonces quiso colaborar con el conocido Carrol Shelby, una colaboración de la que nacería el que hoy hacemos referencia como el compacto olvidado de Carroll Shelby: el GLHS. Un coche que no es muy conocido pero que, según sus creadores, “corría como el demonio”.

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Y es que las siglas hacían referencia a eso mismo, a su capacidad para correr. Al menos eso anunciaban con su apellido, pues a primera vista no tenía nada que ver con el magnífico e insuperable Shelby Cobra. En este caso se utilizó la base de un Dodge Omni, un coche capaz de ofrecer 110 CV de potencia gracias a su motor Dodge de cuatro cilindros en línea y 2.2 litros. La potencia no era baja teniendo en cuenta la época, aunque tardo poco en aumentar.

En los años ochenta este coche recibió un turbo y pasó a denominarse Dodge Shelby Omni GLHT. Ya hablábamos de 148 caballos de potencia, un compacto que tenía muchas capacidades para enamorar al que se pusiera al volante. Pero no, tampoco era suficiente y Shelby decidió dar el último paso, comprar las 500 unidades del GLHT para darles el último giro de tuerca.

El nuevo Shelby se apellidó GLHS, pues según el fabricante ahora “corría más que el demonio”. Para conseguir que diera esa impresión tomó el motor Turbo II de Chrysler, intercooler o inyectores Bosch de flujo más alto entre otros componentes. El resultado fue de nada menos que 177 caballos de potencia, una energía que a través de un cambio manual de cinco velocidades A525 se transmitía a las ruedas delanteras.

De esta forma Shelby logró que un compacto pudiera rivalizar con deportivos de la talla del Mazda RX-7. Con el tiempo el GLHS no ha tenido tanta repercusión, aunque hemos visto anuncios de subastas de alguna unidad por unos 30.000 euros.