En Tokio con un Subaru Impreza de WRC

Segunda juventud, lo llaman

Estoy en Akikabara, un barrio de Tokio en el que abundan las tiendas de videojuegos y salas recreativas. Algunos de los locales tienes siete pisos de alto y están adornadas con neones de Sega... aunque no encuentro ninguna referencia al videojuego que tengo en la mente.

No pasa nada: tengo el contacto de Junya Matsushita, que ha encontrado cierta fama en Instargam gracias a las fotos de su coche. Sobre el papel se trata de una berlina de 20 años que hace algún tiempo era el coche de empersa de un tal Colina. Pero entonces indagas un poco más y resulta que en realidad su vehículo es uno de los coches de rally más especiales de la era moderna de los rallys: un Subaru Impreza WRC de 1998... y esta noche es mío. Toooodo mío.

Subaru Impreza WRC 1998
Mark Riccioni

Bueno, en realidad no se trata del coche de Colin McRae. De hecho, ni siquiera compitió con él. Sí que estubo probando esta unidad (chasis 31 de Prodrive), pero solo participó en un evento, el Rally de Nueva Zelanda de 1998 con Juha Kangas al volante, aunque no pudo terminar.

La parte buena de todo esto es que no hubo que lavarlo tras la lluvia de champán en caso de haber ganado para llevarlo luego a algún museo. En su lugar, ha tenido vida: la siguiente década la pasó haciendo rallies. Luego, en 2010, lo compró Junya y se le llevó a Japón tras embarcarlo en Holanda.

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Cuando llegó tenía la transmisión reventada y, aparte de arreglarla y de meterle un nuevo motor y caja de cambios, también se ha tenido que dar de bofetadas con la burocracia para poder homologarlo. “El coste total es como si me hubiera comprado un Ferrari 355”.

¿Mereció la pena tanto esfuerzo? “Había tenido un Impreza 22B y me encantaba, pero veía esos pasos de rueda tan pequeños comparados con el del WRC... Pero claro, alterar su preciosa carrocería tampoco era plan. Así que decidí empezar a buscar un WRC de verdad”.

Lo típico: cuando el coche que homenajea a la versión de carreras no te parece suficente, cómprate el original. Más o menos. Mientras me acerco al Subaru me oigo a mí mismo decir lo bonito que es, lo gordo y espatarrado que se ve. Yo también pagaría lo que cuesta un Ferrari por esta estampa.

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Las principales modificaciones que tiene son las de devolverlo a su azul original y la de instalar un 2.0 turbo de dos litros con 320 CV con su caja de seis velocidades perteneciente a u Impreza S204 del mercado japonés. Lo que me lleva a otra cosa: este modelo es más potente que lo que era en teoría el coche de rallies...

La caja de cambios tiene el típico patrón en H y tres pedales, por lo que moverse por el tráfico japonñes debería ser sencillo. Aun así hay un feeling a motorsport allí donde miras. Las puertas abren y cierran con la ligereza de un coche de carreras, la jaula de seguridad se inmiscuye en el hueco de acceso. Y como es un coche de los 90, tengo pilares estrechos y mucha superficie acristalada, por lo que puedo ver bien alrededor.

Me ayudo de una app de tradiucción para asegurarme de que el coche no tiene truco. Así que meto primera, dosifico el embrague y avanzo. Tras unos 20 metros, un policía local nos hace detenernos. Junya parece tener una larga discusión y hasta parece perder un poco las formas.

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Desde mi sitio, en plena hora punta, rodeado de todo tipo de coches nuevos que me pasan por todos los lados, lo que empezó como un sueño ahora mismo es una especie de pesadilla. Busco en Internet cómo se dice “lo siento”. “Gomen’nasai”, le digo. El me levanta el pulgar y me dice que la Policía dice que el coche es muy chulo. Parece ser que le motivo de que nos parasen es que llevamos una placa de matrícula inglesa encima de la japonesa. Ignoro cuánto habrá tenido que pagar de multa.

Más allá de los puntos ciegos del coche debido a los retrovisores, me encanta el aire a motorsport que emana. El volante es de ante, nada de Alcantara. Y está maravillosamente desgastado. Mis manos se acoplan tan bien que no quiero separarlas del aro ni un segundo.

Subaru Impreza WRC 1998
Mark Riccioni

Al ralentí, el motor gira con una intensidad que nunca he visto en ningún Impreza o Subaru WRX STI, aunque la ausencia de aislamiento sonoro también tiene algo que ver. Las piedrecillas de la carretera retumban en los pasos de rueda: ¡estoy con una sonrsa de oreja a oreja y aún ni he metido segunda!

Los frenos chirrían cuando están fríos, el volante de ante se vuelve pegajoso y hay un olorcillo continuo a gasolina. Tengo la sensación de que acaba de salir de una asistencia del final de una especial.

El motor y el cambio vendrán de un coche de calle, pero la suspensión tiene set-up de rally de asfalto, por lo que es extremadamente duro, mientras que el pedal de freno debe tener un par de centímetros de recorrido.

Vivan los túneles

En la autopista que lleva a Yokohama los túneles son bastante frecuentes... lo que es una buena noticia. Como no puedo urtilizar la app de traducción porque voy conduciendo, cada vez que me aproximo a uno le pongo cara de bueno, reduzco un par de marchas y piso a fondo. Creo que me entiende...

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Este es el cuatro cilindros bóxer más cañero que me he encontrado en mi vida. Siempre había oído hablar bien de los 2.0 de los Impreza japoneses (los europeos llevaban un 2.5) y ahora entiendo por qué. Es un motor poderoso, con par en todo el rango de revoluciones y el tacto del cambio tan gratificante que te hace subir y bajar de marcha solo por placer.

Subaru Impreza WRC 1998
Mark Riccioni

Este Impreza tiene un diferencial ajustable, pero yo no lo he tocado: no tiene sentido porque apenas he encontrado un par de curvas. Pero no me importa. Cuando llegamos a nuestro destino, que no es otro que el aparcamiento de la reunión de coches de Daikoku (probablemente lo más brutal que he visto nunca), aprovecho para disfrutar una última vez del ronco sonido al ralentídel coche.

Antes de salir me doy cuenta de que pocas veces me lo he pasado tan bien al volante de un coche. Este trabajo me ha dado la posibilidad de conducir un Alfa Romeo 8C en el Stelvio y un Mercedes 300SL en Goodwood, pero te aseguro que estas ñultimas horas han sido más gratificantes de lejos. Menos mal que no se ha tratado de un coche de rallys de videojuego, al fin y al cabo...

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