Romano Artioli: cuando la pasión de un hombre resucitó Bugatti

Romano Artioli, propietario de Bugatti en los 90

El renacer de una marca histórica

Hace pocos días recordábamos al Bugatti EB110 por su 30 aniversario, pero si aquel impresionante e inoportuno deportivo se pudo hacer realidad fue gracias a la dedicación de un apasionado de la marca. Esta es la historia de Romano Artioli, el hombre que resucitó a Bugatti.

Nació en 1932 en la localidad de Moglia, situada cerca de Mantua, la ciudad natal del piloto Tazio Nuvolari. El amor por los coches de Artioli era evidente, pero todo empezó cuando éste tenía 12 años, momento en el que cayó en sus manos un libro sobre licencias de conducir. Desde entonces, el empresario supo que su vida estaría ligada a las cuatro ruedas, de manera que estudió ingeniería mecánica en Bolzano y tras la II Guerra Mundial se dedicó a la reparación de automóviles.

Con la llegada de la década de 1950, concretamente en 1952, Artioli supo del momentáneo cese de la producción en Bugatti. Según asegura, esto le afectó fuertemente por el apego que le tenía a la firma y juró recuperarla algún día. Y aquellas palabras no cayeron en saco roto, porque 39 años después pudo cumplirlas. 

Romano Artioli

Para ello, se ganó la vida durante años importando vehículos y llegó a ser el mayor importador de coches japoneses en Italia y el mayor distribuidor de Ferrari. Así, a mediados de la década de 1980, el italiano empezó a negociar la venta de Bugatti con el gobierno francés durante dos años. 

Fue en 1987 cuando pudo fundar Bugatti Automobili SpA, compañía de la que fue presidente. La idea inicial era la de resucitar la firma en su emplazamiento original: “Molsheim es comparable a Maranello en Italia o Hethel en Inglaterra. Es una meca para Bugatti, pero en ese momento no había salas de producción ni ingenieros en la región”, argumenta Artioli. Por ello, el fabricante acabaría en el municipio italiano de Campogalliano.

“Con el EB110 teníamos que traspasar los límites en términos de rendimiento y calidad. Se lo debía a Ettore Bugatti"

Allí se construyó una moderna planta de producción de 240.000 metros cuadrados que incluía un edificio administrativo, el estudio de diseño, la zona de prueba y desarrollo de motores, la cadena de producción, el circuito, un comedor y una zona de exposición. Sin duda, un impresionante lugar diseñado por su primo y arquitecto Giampaolo Benedini, quien también trabajó en el diseño del EB110 junto a Marcello Gandini. “Con el EB110 teníamos que traspasar los límites en términos de rendimiento y calidad. Se lo debía a Ettore Bugatti. El rendimiento de la producción era menos importante que la calidad y la innovación sin compromisos”, detalla el empresario.

Un gran coche víctima de las circunstancias

Así, a partir de una hoja de papel, nació uno de los coches más icónicos de Bugatti. Tenía el primer chasis de carbono producido en serie, tracción total, cuatro turbocompresores y un motor V12 de 3,5 litros. Aquello le hizo alcanzar la velocidad máxima de 351 km/h, convirtiéndolo en una máquina digna de la firma y del 110 aniversario del nacimiento de Ettore Bugatti, el fundador de la marca – de ahí el nombre EB110-. El coche fue presentado en 1991 en París y llamó la atención de importantes personalidades como el piloto Michael Schumacher, quien no tardó en hacerse con uno: “Michael vino a Campogalliano inmediatamente después y compró un Super Sport amarillo con interior GT azul. No pidió descuento, era evidente que era un fan”, recuerda Artioli.

Romano Artioli, mirando fotos del Bugatti EB110

No obstante, la dura situación económica del momento hizo que el coche no tuviera una larga vida comercial y en 1995 cesó su producción, cerró la empresa y Romano Artioli se declaró en bancarrota. Aun así, el entonces propietario de la firma pudo pagar a los empleados hasta el fin, en parte por el beneficio que obtuvo de Lotus, que también fue de su propiedad en la década de 1990. Tanto es así que el nombre de Elise, uno de los modelos más conocidos, toma el nombre de la nieta de Artioli.

El nuevo fin de Bugatti hizo que el EB110 no lograra el éxito que merecía y también que no vieran la luz modelos como el EB112, una berlina con un V12 de 6 litros bajo el capó. No obstante, aquel periodo sirvió para que el automovilismo ganara un gran superdeportivo y que un hombre pudiera cumplir su sueño motivado por el amor incondicional a una marca histórica que resucitaría una vez más a finales de los años 90 con el Grupo Volkswagen. Lo haría de nuevo en Molsheim, dando lugar a una nueva era que aún se mantiene.

En cualquier caso, y aunque hayan pasado los años, Romano Artioli no ha olvidado a Bugatti y Bugatti no le ha olvidado a él. Y es que, en palabras de Stephan Winkelmann, actual presidente de la marca: “Romano Artioli es parte de la historia de nuestra marca. Fue gracias a su iniciativa y perseverancia que Bugatti fue revivida. Su energía y entusiasmo, así como su irresistible pasión por Bugatti, ayudaron a trasladar la marca al siglo 21”.