Alucina: Un príncipe saudí compra un Bugatti Chiron y un Vision GT Concept
Sí, la verdad es que cuando alguien tiene un avión entre los vehículos a su nombre para sus desplazamientos es que la vida le está tratando bien. Pero bien de verdad. En el listado de hoy encontrarás a los famosos que tienen un jet privado para hacer sus recados, como ir a comprar el pan, el periódico o recoger a los niños del colegio. Bueno, no. Para eso tienen personal a su servicio.
Cinco juguetitos aún más exclusivos que un Bugatti
Como ya te hemos dicho más veces, no todo en la vida son los coches: también existen los yates, las lanchas motoras y los jets privados de lujo. Porque tu existencia puede ser plena de muchas maneras distintas. Y es que llevaba mucha razón Groucho Marx cuando dijo "hijo mío, la felicidad está hecha de las pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...".
Con capacidad para llevar hasta a 16 pasajeros –más dos miembros de tripulación-, el Bell 525 Relentless es todo un icono del lujo impulsado por hélices. Su fabricante, Textron, aún no ha publicado el precio oficial, pero se baraja que hacerse con una unidad no costará menos de 13 millones de euros. Alguien con tantos ceros en su cuenta corriente –y no a la izquierda, precisamente- no tiene tiempo que perder, y por ello el aparato es capaz de volar a una velocidad máxima de 260 km/h, hasta una altitud de 20.000 pies –unos seis kilómetros- y con más de 700 kilómetros de autonomía.
Para el postre, te he reservado un aparato que lujoso, lo que se dice lujoso, no es. Pero sí es distinto, rozando de cerca lo excéntrico, y te convertirá con total seguridad en el centro de todas las miradas. Se trata del AirMule, un prototipo del avión con el que Bruce Wayne –más conocido como Batman, un tipo que de tener dinero sabe- surcaba los cielos de Gotham. Desarrollado por Tactical Robotics LTD, el ¿avión? puede volar de forma autónoma y alcanzar una altitud de 4.000 metros de altura, con una velocidad punta de 180 km/h. No está mal, ¿eh?
Taylor Swift, John Travolta, Tom Cruise, Donald Trump, Cristiano Ronaldo el presidente Obama o el español Amancio Ortega -el hombre más rico del mundo- se encuentran entre los ilustres nombres que conforman el listado de los famosos que tienen un jet privado que ves en la galería principal de este artículo. No te pierdas los demás integrantes de la lista: seguro que encuentras algún motivo para tenerle más envidia a algunos de ellos.
Un millonario quiere cambiar su isla por un Porsche 918 Spyder
Te dejamos que reflexiones sobre el rumbo que está tomando tu vida y si el destino al que parece que vas a llegar incluye una colección de coches espectaculares, una isla con aeropuerto a tu nombre y un avión privado de lujo para llegar hasta ella. Quizá dentro de unos años seas uno de los famosos que tienen un jet privado. En ese caso, recuerda que somos tus amigos. Para siempre. Recuérdalo.
Las críticas que decían que, al construir 918 de estos vehículos, Porsche había mordido más de lo que su base de clientes multimillonarios podía masticar son ahora un susurro lejano. Todos están más que vendidos y ya cambian de manos por 1,4 millones de euros, aproximadamente. Unos 600.000 euros más de lo esperado.
Es complicado ignorar esa cifra mientras Matthias Hoffsümmer, jefe de monitores del 918 (enseña a los compradores con montones de dinero, pero un poco menos de conocimiento, cómo manejar su inversión), nos da las llaves. Pedimos que quiten los paneles del techo para disfrutar al máximo de los escapes, en posición alta. Nuestros oídos lo agradecerán más tarde… pero nuestra frente, quemada por el sol, no.
Ajustamos el asiento -de forma manual-, ponemos el volante un poco más cerca de nuestro pecho y pasamos los ojos por la consola central. La pantalla está en un ángulo ridículo, ya que el conductor apenas puede ver lo que se muestra, pero la ejecución es artesanía pura. Giramos la llave y el Porsche 918 se coloca en modo E-Power, así que salimos en silencio del aparcamiento. Se trata de una herramienta muy útil para aquellos los propietarios de superdeportivos tímidos y discretos que no quieren anunciar su marcha a toda la provincia.
Durante los primeros minutos, nos mantenemos en el programa eléctrico, mientras nuestra visión periférica recalcula la anchura prodigiosa del 918. A pesar de que el motor V8 actúa, de momento, como un lastre, este coche es muy rápido: ofrece una jugosa ración de aceleración (eléctrica) que te lleva directamente a 150 km/h. Pero se acaba cuando recorres 30 km.
Mientras intentamos absorber lo que ocurre, Matthias nos explica –a un precio por hora muy sustancioso- los distintos modos de conducción: E-Power, Hybrid, Sport y Race. Es un montón de información para asimilar, pero empieza a juguetear con el dial en el volante y todo encaja. El 918 es un coche salvajemente complicado en aspectos que ni siquiera puedes ver, pero manejarlo es extrañamente sencillo.
El programa híbrido piensa por ti, combinando las diferentes fuentes de potencia para sacar aceleración cuando lo deseas y eficiencia cuando no quieres pasarte. Existen dos posiciones para la amortiguación y se activan desde botones independientes (el modo más suave ya ofrece agarre de sobra para una carretera secundaria). Puedes dejar que la caja de cambios PDK opere por sí misma o utilizar las levas para ir paseando por sus siete marchas según te plazca.
Rápidamente nos damos cuenta de que, en vías como éstas, el programa Sport y la transmisión en modo manual configuran el punto óptimo, ya que mantienen el motor permanentemente dándolo todo y el coche preparado para el máximo, listo para un salto en el tiempo, si se tercia. En cuestión de minutos, ganamos confianza (vale, el Porsche 918 es ancho, pero eso significa que tiene un agarre lateral inquebrantable en las curvas): la aerodinámica cumple su trabajo y las cuatro ruedas motrices hacen malabares con la fuerza para llevarla donde se necesita.
Básicamente, te hace sentir mejor conductor de lo que eres, permitiéndote frenar más tarde, mantener pisado el acelerador donde levantarías el pie si llevaras un 911 y cubrir distancias a un ritmo… bueno, más que decente. No te intimida, más bien te ofrece una diversión inimaginable.
La caja de cambios se maneja como un instrumento musical, golpeando las levas, sobre todo, para experimentar la gama de notas que ofrece el motor. Porque, honestamente, no importa la marcha en la que vayas: estarás continuamente nadando en fuerza. Los propulsores eléctricos pueden provocar que tu cabeza se eche hacia atrás cuando aceleres… aunque marches a 1.000 rpm en séptima.
Eso ocurre antes de que la mecánica empiece a galopar, emitiendo el aullido que esperas en un coche de carreras mientras se acerca al corte, situado en 9.150 rpm; el mundo se vuelve muy borroso. Lo que hace que todo cobre vida es el juego continuo entre la entrega de potencia eléctrica, casi de ciencia ficción, y la sensación orgánica del V8 atmosférico. Cada uno de los dos mejora el otro, así que todo parece innovador y futurista, pero tosco y pasado de moda al mismo tiempo.
El peso del Porsche 918 es alto, 1.685 kilos (1.640 con el pack de fibra de carbono Weissach), pero no modera su actuación: sólo la mitiga un poco, ayudándole a dar una impresión de mayor seguridad, de estar totalmente pegado al suelo. Lo cierto es, y jamás pensamos que escribiríamos esto, que podría utilizarse a diario.
Con una carga rápida por la noche, sería posible disfrutar cada mañana de ir al trabajo con él… sin contaminar. Y otra cosa: mientras sus proporciones parecen estratosféricas si viene hacia ti, pintado en plata y sin pegatinas ridículas, de verdad que no da tanto el cante. No, al menos, comparado con un McLaren P1 o con un Ferrari LaFerrari, por ejemplo.
Esa noche, tomando unas cañas, Matthias nos habla de una prueba interna de eficiencia. El Carrera GT y el 918 fueron conducidos durante 1.000 km, juntos, a velocidad idéntica y por la misma ruta. Al parecer, este último utilizó un 30% menos de combustible, a pesar de superar al GT en todas las cifras de prestaciones que se midieron. Ése es el ritmo del progreso.