42 años del terrible accidente de Niki Lauda en Nürburgring

El accidente de Niki Lauda 1976

Javier Prieto

El accidente del piloto austriaco en El Infierno Verde nos sigue acongojando tanto como el día que sucedió.

Como cada 1 de agosto, vuelven los recuerdos del espeluznante accidente de Niki Lauda en el GP de Alemania 1976. Aquel día, el austriaco, uno de los mejores pilotos de la F1, se unió al club de los supervivientes de los peores accidentes de la especialidad.

Un siniestro escenario

El lugar de la tragedia, el vetusto Circuito de Nürburgring, era escenario habitual de gravísimos incidentes.  Allí, entre las montañas Eifel, el Lucifer de la Velocidad acechaba por los rincones de su hogar, el Infierno Verde, en busca de de la presa perfecta. Y la encontró en Niki Lauda. ¡Qué mejor candidato que el vigente Campeón del Mundo y triunfador en 5 de las 9 primeras citas de aquella temporada!

Niki Lauda en el Infierno Verde 1976

Malos augurios antes de la prueba

El Belcebú del motor comenzó a urdir su plan apenas despuntar el alba. Así, durante la madrugada de la carrera, el cielo grisáceo y tenebroso, descargó una fina cortina de lluvia.

Esas gotas de agua fueron lo suficientemente efectivas para elevar el riesgo en Nordschleife, uno de los autódromos más mortíferos del planeta.

Un lugar en el que la leyenda, el automovilismo y la señora de la guadaña, convivían en una tétrica y eterna armonía. Los corredores no estaban de acuerdo con las deficientes medidas de seguridad en aquel gigantesco trazado. Pero la prueba, pactada a 14 vueltas, se iba a disputar.

Instantes después del brutal accidente de Lauda en Alemania 1976

Las cambiantes condiciones climatológicas hicieron que la incertidumbre y la preocupación se instalaran en el paddock. En el ambiente flotaba una sensación de tensión y nerviosismo. 

La pista, aunque se encontraba húmeda, se estaba secando rápidamente. A pesar de ello, los bólidos montaban las gomas de mojado, mal asunto. En la primera línea de parrilla, James Hunt, dueño de la pole, por delante de Niki Lauda, esperaba el momento de arrancar hacia la victoria.

Sería un duelo al sol entre los dos pistoleros más rápidos del lugar. Representaban dos concepciones deportivas y personales antagónicas. Por fin, el semáforo se puso en verde. Ambos adversarios, preocupados de marcarse mutuamente, realizaron una mala salida. Clay Regazzoni aprovechó la coyuntura para ponerse al frente de la prueba.

Tras un arranque dubitativo a lomos de su Ferrari 312T2, Niki Lauda había perdido mucho terreno frente a sus predecesores, especialmente con Hunt. No podía permitir que el play boy británico se le escapara. Inició una persecución desesperada.

Tras la primera vuelta, algunos bólidos entraron a boxes para cambiar sus gomas. Un extraño aroma a azufre invadió el mastodóntico autódromo.

Los pronunciados desniveles y los giros sinuosos del trazado, le convertían en el escenario perfecto para que el maligno realizara sus planes. Tras inspeccionar los 20,8 km de asfalto, seleccionó la curva Bergwerk para su fechoría. Y así sucedió.

La rivalidad entre Niki Lauda y James Hunt

El Ferrari 312 T2  de Lauda perdió el control en ese punto. Salió despedido hasta impactar contra los catchfencing, las rudimentarias protecciones compuestas por una pared de alambres y una línea de guardarraíles.

El choque fue tan fuerte que el bólido rojo, convertido en una bola de fuego, salió despedido hasta detenerse en medio de la pista. Pero parece que esta espeluznante colisión no fue suficiente tragedia para Satanás.

Entonces hizo que un monoplaza que transitaba por ese sector impactara brutal y frontalmente contra el de Niki. Las imágenes eran dantescas.  

Cuatro ángeles y un milagro

Lucifer se marchó del lugar convencido de que su maléfica obra se había consumado. Pero, se equivocó. Cuatro auténticos héroes, los pilotos Harald Ertl, Brett Lunger, Guy Edwards y Arturo Merzario se bajaron de sus coches.

Sin pensárselo un segundo, rescataron de las llamas -fueron 55 segundos eternos- a Lauda. Marzario sufrió graves quemaduras en sus manos al extraer del coche el cuerpo de Niki. Este, aunque tenía la mayor parte del cuerpo abrasado, estaba vivo. El vencedor del GP de Alemania fue James Hunt, quien también se llevaría la corona mundial de 1976. 

Mientras, el austriaco se debatió durante varios días entre la vida y la muerte en el Hospital de Mannheim donde había sido trasladado. Finalmente salió victorioso de la prueba más dura de su existencia.

Huyó de las garras del Infierno Verde. Su cuerpo quedó marcado para siempre. El zarpazo de Mefistófeles se hizo patente e imperecedero en su rostro. 

Lauda y Hunt

Regreso a la pista convertido en un mito

Pero, Niki Lauda, se ganó el corazón de todos los aficionados al mundo del motor... y de los que no lo eran. Se subió a su monoplaza tan solo 40 días después del percance. Fue un 10 de septiembre en el GP de Italia celebrado en Monza. Nadie daba crédito a su gesta.

Apenas podía ponerse el casco por los insoportables dolores que le producía el contacto con su piel abrasada. Terminó en cuarta posición, pero fue el ganador moral y sentimental de la prueba. De esta épica forma, quiso demostrarle al mundo que estaba de vuelta y que el mal no había conseguido su objetivo.

Después de aquello, tuvo tiempo de lograr 2 títulos más, 1977 y 1984, que  junto al cosechado en 1975, le convirtieron en tricampeón del Mundo. Había nacido un mito, uno de los más grandes de la especialidad.

Así las cosas, Belcebú tuvo que conformarse con un triunfo menor. 1976 fue el último año en el que el GP de Alemania de F1 se disputó en el auténtico y terrorífico averno de la velocidad.  

Endemoniado -nunca mejor dicho- con el milagro de Niki Lauda, continúa cobrándose la vida de inocentes cerca del castillo de Nürburg. La letal estadística no para de crecer desde entonces.