Los coches de carreras de Hitler

Coches eléctricos

Javier Prieto

Hitler impulsó, con fuertes subvenciones estatales, el desarrollo de los coches de F1 y de los récords de velocidad como elemento de propaganda de su régimen nazi.

Desde sus inicios en el gobierno, Adolf Hitler impulsó el desarrollo de la industria automotriz alemana como instrumento de propaganda del régimen. Consideraba que los logros en este campo eran elementos fundamentales para el crecimiento de una sociedad moderna...y para demostrar la supremacía de la raza aria. Los coches de F1 y de los récords de velocidad deseados por Hitler se harían realidad en los años 30.

Pues la verdad es que los resultados de dicha política -hitos tecnológicos y deportivos de Auto Unión (Audi) y Mercedes- fueron muy elevados. Por cierto, algunos de los modelos fabricados entonces por estas marcas forman parte hoy de la colección de coches de Bernie Eclestone. Ah, y no te olvides de recordar también como eran los lujosos coches de Hitler... que además nunca condujo.

Tras su llegada al poder en 1933, una de las primeras medidas que adoptó el Führer fue establecer un programa estatal para el sector automovilístico. Su objetivo se centraba en la construcción de bólidos muy veloces y avanzados. Para ello, dotó con importantes incentivos económicos -subvenciones- la creación de coches de carreras, premiando sus prestaciones y diseño. Así lo comunicó en el Salón del Vehículo de Berlín de ese mismo año. 

Y de esta forma, se forjó una fuerte rivalidad entre los dos grandes fabricantes germanos -Auto Union y Mercedes-, tanto dentro como fuera de los circuitos. Pronto los monoplazas de esos fabricantes coparon los primeros puestos en los Grandes Premios del Viejo Continente.

En el marco de este proyecto nació en 1934 el Auto Union Type A. Y un lustro más tarde, el Type D, un prodigio mecánico. Evidentemente, Auto Union, le envió uno de estos modelos a Hitler.

Pero no te pienses que Mercedes se quedó atrás en esta alocada competición. El fabricante de Sttutgart, se llevó la victoria en un buen puñado de carreras. Y claro, los triunfos de representantes alemanes generaban una fuerte proyección internacional. Precisamente, ése era el cometido de los coches de F1 de Hitler

Un récord inmortal de velocidad 

Los coches de los récords de velocidad de Hitler ocuparían otro capítulo esencial del sector. Y no es que el dictador condujera. Ni mucho menos. La cosa fue así.

El mayor genocida de la historia no tenía suficiente con los éxitos de los vehículos de competición de su país. Quería demostrar al mundo que su pueblo era superior al resto del mundo en cualquier actividad. 

Apoyado en ese deseo, estimuló el desarrollo de automóviles que batieran el récord de velocidad sobre tierra. Hasta esos momentos pilotos estadounidenses y británicos  se disputaban el cetro mundial de la especialidad. Hitler quería derrotarlos teniendo en cuenta que dichos países eran enemigos del III Reich.

Y como siempre sucedía, estimuló su idea con miles de Reichsmark. Además, el káiser estableció por decreto las semanas del récord -Rekord Woche- en la que ya te puedes imaginar a lo que se dedicaban. Auto Union y Mercedes se enzarzaron en esa nueva pelea.

Las pruebas se disputaron en las autopistas -autobahn-  públicas del país. Sus largas rectas, construidas por el tirano para que en ellas pudieran aterrizar aviones del ejército, eran perfectas para los héroes del volante.

El 28 de enero de 1938 los corredores Rudolf Caracciola (Mercedes W125 con carrocería carenada) y Bernd Rosemeyer (Auto Union Type C) se presentaron en el tramo de la autobahn comprendido entre Frankfurt y Darmstadt. Allí se citaron para tratar de batir el récord.

Caracciola partió camino de la gloria a lomos de su potro plateado. El equino mecánico, con un motor V12 de 5,6 litros, doble compresor volumétrico y 736 C.V., alcanzó los 432,7 km/h en una carretera pública. Había pulverizado todos los registros anteriores.

Su rival, Rosemeyer, no estaba dispuesto a quedarse con los brazos cruzados. Contaba con un Auto UnionType C que estrenaba para la ocasión y que incorporaba unas soluciones aerodinámicas precursoras del llamado efecto suelo de los monoplazas.

Su flecha de plata, estaba propulsada por un V16 de 560 C.V. Fracasó en su primer intento al marcar tan solo 429,9 km/h. Y quiso probar suerte de nuevo. Desgraciadamente, unas fuertes rachas de viento le mandaron a la eternidad.

Por cierto, el crono de Caracciola continúa vigente a día de hoy. Los coches de los récords de Hitler asombraron al mundo en los años 30.

Mercedes T80: Un pajarraco de 3.000 CV

Evidentemente, el fallecimiento de Rosemeyer no le afligió a Hitler lo más mínimo. Más bien al contrario, puesto que lo aprovechó para encumbrarle como un héroe y un mártir muerto al servicio de su país. Y por supuesto, de suspender los programas de velocidad, nada de nada. De hecho, los coches de los récords de Hitler iban a vivir unos tiempos de esplendor. 

Por aquella época, el corredor Hans Stück era amigo del dictador. Y consiguió meterle en la cabeza que Alemania tenía que conseguir el récord terrestre de velocidad. 

Hitler entregó 600.000 Reichsmark a Daimler para que se encargara de materializar su nuevo sueño automovilístico. Ni corto ni perezoso creó un monstruo de unas dimensiones más propias de una aeronave que de un coche. Medía 8 metros de largo, 3,20 de ancho y 1,74 de alto.

En el interior del chasis tubular, diseñado en colaboración con Ferdinand Porsche, se instaló el motor de un caza de combate Messerschmitt Bf-109. El propulsor, un V12 de 44,5 litros, desarrollaba una potencia de ¡3.000 C.V! El peso descansaba sobre tres ejes y sus neumáticos se habían construido especialmente para ese modelo. El diseño de la carrocería, muy futurista y avanzado para la época, se realizó siguiendo los patrones aeronáuticos.

El asesino nazi tenía pensado pintar el águila y la esvástica sobre la carrocería del Schwarzer Vogel o pájaro negro, nombre con el que lo había bautizado. Según las estimaciones de los técnicos, el Schwarzer Vogel habría alcanzado los 750 km/h. De esa forma, habría destrozado los 595 km/h. establecidos por John Cobb y su Railton Special en 1939 en la localidad de Bonneville (Francia).

Si embargo, la guerra nos dejó con las ganas de ver si el Schwarzer Vogel se convertía en un ave -mecánico- de leyenda. El conflicto bélico terminó con los coches de F1 y de los récords de Hitler.