130R: la mítica curva de Suzuka solo apta para los samuráis de la F1

Curva 130R

Javier Prieto

La 130R de Suzuka es, junto a Eau Rouge en Spa y la Parabólica de Monza, una de las curvas míticas del Campeonato. Solo los pilotos con espíritu de samurái y corazón de kamikaze triunfan en ella.

Junto a Eau Rouge o el Muro de los Campeones, la curva 130R del Circuito de Suzuka es uno de los puntos míticos del Mundial. Solo los mejores pilotos de la Historia de la F1 a los mandos de los mejores fórmulas 1 de la Historia, han conseguido trazarla a fondo.

La  dificultad de la Curva 130R supone un desafío brutal para corredores y monoplazas. Un diabólico giro de izquierdas por el que se transita a más de 300 km/h. Y cuya inercia tiende a expulsar a los bólidos del asfalto.

El nombre de la Curva 130R proviene de su ángulo de radio, 130 grados. Situada tras una larga recta, el giro número 15 de Suzuka es uno de los más delicados y peligrosos del calendario. De hecho, solo un reducido grupo de samuráis y kamikazes de la velocidad se han atrevido a rebasar a sus rivales en dicho sector.

Uno de ellos es Fernando Alonso. El asturiano firmó en el GP de Japón 2005 uno de los mejores adelantamientos de la Historia de la F1. Repasando las imágenes de la maniobra en la Curva 130R, hay que reconocer que El Nano los tuvo cuadrados. Menuda forma de superar a Michael Schumacher, uno de los competidores más duros en la pista.

El Káiser se quedó sorprendido con dicha maniobra. De hecho, declaró que no creía que le fuera a atacar en esa zona tan complicada. Jamás se había visto nada igual en ese punto del trazado. 

Durante el GP de Japón 2002, el Toyota de Allan McNish salió volando en la Curva 130R.  Aterrizó fuera del asfalto y después de atravesar una barreras metálicas allí situadas. El deportista no resultó herido, pero abandonó la categoría reina. Ante la gravedad del accidente, se modificó el diseño de la Curva 130R con un doble vértice.

Para que te hagas una idea de lo que supone la Curva 130R para los pilotos, te contamos que solo los más valientes la trazan con el acelerador a tope. Otros, levantan el pie. Y los acongojadillos, tocan el freno. En definitiva, estamos ante un punto que distingue a los hombres de los niños.