Comparativa: Ford Focus RS MkI vs Ford Focus RS MkIII

Top Gear traza la evolución del Focus RS. Para ti, ¿cuál es el ganador?

Cuando se lanzó el Ford Focus RS MkI, yo era demasiado joven para conducir. Pero recuerdo el furor. Anhelaba que ese coche brillante fuera una maravilla.

El Focus RS provocaba tanta controversia como el actual Honda Civic Type R (irónicamente, vehículos elaborados con los mismos ingredientes). Colocar 214 CV en su eje delantero parecía un acto muy irresponsable en 2002, una época en la que los Mitsubishi Evo y los Subaru Impreza empleaban tracción total. Un sistema de cuatro ruedas motrices era, al fin y al cabo, lo que Ford, aspirante al Mundial de Rallyes, prometía. Y en lugar de ello, obtuvimos un diferencial mecánico Torsen y una dirección que se movía durante las aceleraciones fuertes.

El tren delantero del primer Ford Focus RS era hipersensible a los reglajes y al tipo de neumáticos utilizado. Variaciones microscópicas en el paralelo o en la caída de las ruedas provocaban que dos RS idénticos (en apariencia) se comportasen como si no tuvieran nada que ver: uno podía ser ultrapreciso y ordenado; el otro, incapaz de resistirse a buscar los vértices de las curvas, como un perro empeñado en cazar un zorro.

Qué entrañables nos parecen ahora esos 214 CV (un Ford Fiesta ST200 los iguala, con pocas o ninguna de las bromas revoltosas del eje delantero). Es divertido cómo un motor de cuatro cilindros, un diferencial mecánico y un cambio manual adecuado se han convertido en el patrón que eligen los compactos de la realeza modernos, como el Renault Mégane Sport Trophy, el Seat León Cupra o, de nuevo, el Civic. Ford dio con la tecla y se adelantó diez años a su tiempo.

También es irónico que después de poner luz la última vez encajando un caos de más de 300 CV y cinco cilindros y haciéndolo pasar por un diferencial adosado a las ruedas delanteras, el nuevo Ford Focus RS mande la potencia también a las traseras. El 70% de ella, si es necesario.

Prueba: 3.200 kms por Europa en el nuevo Ford Focus RS.

Ya sabes mucho sobre este coche. El modo Drift, esa facilidad adictiva con la que permite a los conductores menos experimentados marcarse unos derrapes. Ha llegado al campo de batalla de los compactos deportivos con tracción total dotados de un talento terrible (algunos con más potencia, muchos con logos más chulos) y, desplegando la tecnología realmente innovadora de su chasis, ha cambiado las reglas del juego de la noche a la mañana. Ya nadie quiere oír lo completos y maravillosos que son un Volkswagen Golf R o un Mercedes-AMG A45. Porque no derrapan, ¿verdad? Fin de la discusión. Al menos, de acuerdo a lo que se lee por internet.

Nuestros Ford Focus RS no comparten ni un solo componente más allá de los tapones de las válvulas, pero es curioso cómo resurgen los antiguos hábitos cuando trepas a sus asientos. Y al decir “trepar” me refiero a que sus banquetas están montadas en una posición absurdamente alta y la primera impresión es casi antinatural. Al menos, el actual ha rebajado los destellos azules en el interior.

En el primer Ford Focus RS, giras la llave, te zambulles en un cambio de recorridos cortos y empujas un botón para poner en marcha el motor. El turbo comienza a trabajar con voz ronca y, francamente, no parece muy rápido, a pesar de la enorme ventaja que supone su peso. Aunque todavía retuerce el volante entre tus manos, firmemente apretadas.

La transmisión tiene buen tacto, pero es un poco vaga, y aunque sientes que el Focus RS MkI muestra una gran firmeza sobre la carretera, en un circuito es tan soso como un Fiesta Eco. La suspensión ha avanzado mucho en este tiempo; sólo hay que ver los amortiguadores adaptativos de dos vías del Focus RS actual, que ofrecen un control mayor. En cada parámetro (diseño aparte), el nuevo tiburón de la marca ha avanzado años luz. Que no te sorprenda si, como el primer RS, su nieto ha iniciado una tendencia que seguirá toda la fraternidad.

Texto: Ollie Kew/Fotos: Simon Thompson.