La escena de los 'lowrider' en Japón: otra cara de la cultura automovilística japonesa

Genbu y su Buick Riviera lowrider de 1965

La escena de los aficionados al motor de Japón suele asociarse a modelos de este país, pero hay quienes prefieren seguir un estilo diferente. Es el caso de los lowriders, que cada vez cuentan con una mayor acogida en el país asiático.

Texto original de Rowan Horncastle

Tienes que retroceder hasta el sur de California de los años 50 para encontrar los comienzos no tan humildes de los lowrider. Por aquel entonces, los jóvenes mexicanos-estadounidenses (Chicanos) de Los Ángeles comenzaron a usar sus como no como un medio de transporte, sino como una declaración étnica. 

Durante el auge económico posterior a la Segunda Guerra Mundial, muchos estadounidenses blancos practicaban hot rodding -levantar coches y colocarles el motor más grande que pudiera encontrar-. Sin embargo, queriendo rechazar la noción de convertirse en anglosajones, las comunidades hispanas hicieron lo contrario.

Cortaban muelles o arrojaban bolsas de cemento en el maletero para bajar sus coches hasta el suelo. Luego, conducían despacio, en un acto de inconformismo y rebeldía… O porque tenían bolsas de cemento en el maletero. Eso sí, además de esto, también irían con todo en lo que se refiere a los detalles.

En sus coches podían agregar emblemas intrincados, pintura de caramelo vibrante y murales elaborados con aerógrafo que mostraban imágenes y simbolismo religioso mexicano-estadounidense. En este punto, estos ya no eran coches, eran arte.

Coches lowrider en Japón

Desde los años sesenta y en adelante, esta cultura de lowriding continuó desarrollándose y ayudó a crear una comunidad para los chicanos de Los Ángeles. Unió a familias, creó clubes de coches y se usó como una forma de aportar algo. Ahora bien, todo tiene sus cosas buenas y malas.

A lo largo de los años, el estricto estilo de los lowriders se ha convertido en sinónimo de Los Ángeles. Ahora bien, también se asocia -a menudo erróneamente- con la violencia, ya que la escena se encontraba en el este de Los Ángeles, una de las zonas pandilleras más temibles y violentas de Estados Unidos. 

Lowriders en Japón

Junto a esto, también aumentó rápidamente su popularidad, especialmente durante la era G-funk del hip hop, en la que Snoop Dogg popularizó los lowriders a través de MTV. Con un sistema hidráulico salvaje, el rapero rebotó con Dr Dre para ayudar a difundir el amor por los lowrider a toda una nueva generación. 

Sin embargo, con el tiempo suceden cosas curiosas y, de alguna forma, los lowriders y la cultura chicana han transgredido y han encontrado un nuevo hogar espiritual en Japón. En algún lugar muy, muy lejos de las raíces hispanas de los lowriders, e incluso más lejos de la opresión de Los Ángeles que lo engendró. 

Para averiguar por qué, hemos pasado un tiempo con algunas de las principales personalidades de esta escena en Nagoya, Tokio y Chiba. Así, trataremos de averiguar por qué una cultura aparentemente tan extraña encaja tan bien dentro de las estrictas restricciones de Japón.

Junichi Shimodaira: propietario de Paradise Road

Junichi Shimodaira, propietario de Paradise Road

Junichi Shimodaira, de 59 años, es uno de los padres fundadores de la escena lowrider de Japón. Sentado sobre una rueda cromada con una gorra New Era, una camiseta holgada y grandes pantalones Dickies, no parece el típico hombre de mediana edad de Japón. Es como si tuviera un exterior japonés, pero una placa base mexicana. Es eficiente y técnico, pero también relajado y acogedor:

“Cuando era niño, vi un programa en el que enseñaron la imagen de un coche. Era precioso y diferente a todo lo que había visto antes. Más tarde supe que era un lowrider. Era 1981, antes de Internet, y quería saber más. Así, empecé a leer revistas de coches estadounidenses y a ver películas americanas: Cheech y Chong, American Graffiti… Ese tipo de cosas”, recuerda.

“Todos tenían estos coches locos y geniales que nunca habíamos visto antes en Japón. Entonces, en 1987, a los 27 años, fui a Los Ángeles por primera vez. No podía hablar mucho inglés, pero vi algunos lowriders y mi mandíbula se me cayó al suelo”, comenta.

“La postura, la pintura increíble y esas diminutas ruedas de alambre eran alucinantes. Hice muchas fotos e hice muchos amigos. Pero quería traer ese estilo de regreso a Japón”, agrega.

Paradise Road: Hogar de los Pharaohs

Junichi regresó con bolsas llenas de productos de la costa oeste y montó una pequeña tienda, Paradise Road, en Nagoya. 32 años después, todavía funciona, aunque en una ubicación más grande en el distrito de Meitō-ku. Es el hogar del club de coches Pharaohs, el club de lowrider más antiguo de Japón, del cual Junichi es presidente.

Paradise Road es una cueva de Aladdín absolutamente impenetrable de la América automotriz. Cada centímetro disponible está lleno de piezas raras de automóviles y objetos de interés, mientras que las imágenes y las calcomanías de los lowrider mexicanos llenan los espacios libres.

Arriba, hay suficientes piezas para construir tu propio coche desde cero. Mientras está fuera, un flujo constante de colegas -con más camisetas holgadas y Vans sin cordones- aparecen en hot rods y lowriders personalizados para fumar, tomar el aire y escuchar canciones rockabilly de una máquina de discos de los años sesenta.

Local de lowriders Paradise Road, en Nagoya (Japón)

El Galaxian: Ford Modelo T de 1927

“Siempre respeté la Kustom Kulture de los años sesenta de Estados Unidos”, dice Junichi. “Personas como Von Dutch y Ed “Big Daddy” Roth no parecían estar limitadas por nada: los coches que fabricaban eran salvajes y miraban hacia el futuro. Quería ver si Japón podía hacer eso con el toque adicional de los lowrider”, señala.

A lo largo de los años, Junichi ha construido algunos coches. Sin embargo, el Galaxian, un salvaje Ford Modelo T de 1927, es su obra maestra. Con unas proporciones fascinantes, una postura perfecta y unos ángulos brutales, este viejo Ford parece uno de los Autos Locos.

Eso sí, este no es un coche de exhibición: Junichi me tira en el asiento del pasajero, pone el techo con bisagras sobre mi cabeza y enciende el gran motor Chevy V8. Dejando la tienda entre el humo provocado al salir quemando rueda, se ríe tras del volante mientras el humo llena la cabina.  

Sinceramente, nunca he estado en algo tan aterrador. La dirección tiene más juego que un cachorro y estoy bastante seguro de que los frenos no están conectados. Pero no me importa, ya que nunca he estado en algo tan escandaloso como esto.

Ushida-san: propietario de Cholo’s Customs

“Es un proyecto interminable”, dice Hisashi Ushida mirando los plateados salvajes, los azules suaves, los morados profundos y los bonitos rosas de su Chevrolet 210 de 1954, Sphinx. “He estado trabajando en ello durante 20 años y nunca se terminará”. 

Ushida ha sido propietario de Cholo's Custom en Ama City -en Aichi- desde 2003. Es la segunda generación de lowriding de Japón, ya que fue aprendiz de Junichi antes de hacerlo solo. “No hay competencia entre nosotros y Paradise Road. Es todo amor. Estamos en esto para ayudarnos unos a otros y somos una familia”.

La Bomba Toy Drive: Donde brillan la comunidad y el respeto

Para ver cómo de grande es esta familia chicana japonesa, vamos a una 'Toy Drive' organizada por el Old Memories Car Club japonés. Es una ruta benéfica -para ayudar a eliminar el estigma de que los lowriders son solo para pandilleros-, específicamente para los Bombs: coches anteriores a 1955 cargados con opciones de época que son un guiño a la primera ola de los años treinta.

La escala del lowriding japonés realmente se nota en el punto de encuentro. Hay más de 80 coches y, a pesar de lo que sucede en otras situaciones sociales japonesas, no hay reverencias ni rituales de tarjetas de presentación: todo son golpes de puños y abrazos. También es un tema de familia: hay esposas, novias y niños correteando y charlando con sonrisas y un respeto sin límites.

“El público nos ve como 'chicos malos'”, dice Masa Watanabe, presidente de Old Memories. “La gente nos teme en las calles, pero no hay violencia en absoluto. Ni siquiera existe la rivalidad entre clubes que hay en Estados Unidos”. Pero, mientras la escena de Los Ángeles tiene su área gris de afiliación a las pandillas, podría decirse que Japón también la tiene... Incluso si es en pasado.

"¿Lo ves allí?" Masa dice mientras señala en la distancia. “Bosōzoku. ¿Él? Es Bosōzoku. ¿Él? Es Bosōzoku. ¿Yo? Soy Bosōzoku”. En el pasado, las pandillas de motos y coches Bōsōzoku causaron el caos para mostrar su malestar por la riqueza de la sociedad japonesa después de la Segunda Guerra Mundial. 

Todo esto recuerda a los comienzos de los lowriders, ¿verdad? Bueno, entonces no es una coincidencia que estos ex-Bōsō sean ahora los principales líderes de la escena lowrider de Japón. Sin embargo, la gran cantidad de esfuerzo invertido en ser como sus hermanos de Los Ángeles es, francamente, notable. 

Pharaohs lowriders en Japón

La ruta termina con cada club organizando una barbacoa y tomando cervezas. Pero no es comida japonesa, sino hamburguesas -volteadas con palillos-, guacamole y cervezas importadas que se beben en vasos rojos. Las imágenes no podrían ser más perfectas para resumir esta increíble escena automovilística fusión.

A medida que el sol de primavera se asoma tras una nube, es como si la pintura del Chevy subiera el medidor de deslumbramiento. Es encantador y, sin duda, el mejor trabajo de pintura que he visto. Dada la ética de trabajo japonesa y esa mentalidad de mejora continua, esto no es una sorpresa. 

“Japón es una nación muy conservadora. No somos muy buenos en lo de ser creativos, ya sabes, pensar diferente. Pero nos gusta tomar ideas y mejorarlas. Es por eso que los estadounidenses ahora están viendo cómo estamos haciendo las cosas”.

Hoppers: alcanzando el cielo

Hay mucha estimulación visual en el centro de Tokio, pero las cosas se intensifican cuando los integrantes del Pride Hops Car Club comienzan a rebotar por Shibuya. Forman parte de la que probablemente sea la escisión más reconocible de la cultura de los lowrider: Los Hoppers.

Con una suspensión hidráulica accionada por interruptores, estas magníficas proezas de ingeniería rebotan, saltan y giran sobre sus diminutas ruedas de alambre de 13 pulgadas -un mandamiento de lowrider-. Independientemente de los gustos, hay una cosa innegable: este es uno de los grandes espectáculos del automovilismo.

Los orígenes de los llamados Hoppers se remontan a finales de los años cincuenta. Entonces, el el pionero del lowriding, Ron Aguirre, recicló piezas hidráulicas de aviones de combate de la Segunda Guerra Mundial para ajustar la altura de conducción de su Corvette X-Sonic. Hoy, sin embargo, la cosa ha cambiado un poco.

Actualmente, estos coches están construidos para rebotar y romper el chasis, a menudo más a 1,80 metros de altura. A veces, incluso caen boca arriba como un borracho. Es un espectáculo y el Impala de 1964 todavía es visto como el rey. Eso sí, para completar el look se necesita un interior de terciopelo altamente inflamable y un pequeño volante de cadena.

El juego de las generaciones

Camioneta Nissan modificada al estilo lowrider

El lowriding no es considerado solo una moda en Japón. Ahora en su cuarta generación, este intercambio cultural chicano continúa siendo transmitido y la prueba se puede ver con claridad en este ambiente.

Tras comenzar hace décadas, ahora los hijos de los miembros de los clubes de coches están modificando sus camionetas JDM para que parezcan lowriders. Es algo similar a lo hicieron sus padres en los años ochenta, esperando que algún día ellos también puedan pagase coches americanos.

El futuro: tatuajes faciales y detalles envidiablemente exquisitos

“No tengo nada que ver con una pandilla”, me dice Genbu, el propietario de un deslumbrante Buick Riviera de 1965, mientras le da una calada a un cigarrillo. “Creo que estos tatuajes son geniales. Cuentan mi historia, mi lucha”, añade.

Está cubierto de tinta. También lo está su amigo, Taku Kawakami. Si tenemos en cuenta que los tatuajes todavía tienen un gran estigma social -fueron prohibidos en Japón debido a sus vínculos con el crimen organizado-, es un movimiento audaz. Pero estos chicos están empujando los límites sociales a través de la cultura lowrider, al igual que los chicanos en Los Ángeles en los cincuenta.

Eso sí, lo que los lleva ahí es muy japonés. Es su naturaleza de otaku, el rasgo de invertir neuróticamente tiempo y esfuerzo en una pasión. El Buick de Genbu es el ejemplo perfecto: tiene invertidos más de 100.000 dólares en suspensión neumática, grabados a mano impecables y un trabajo de pintura de cinco meses.

Buick Riviera lowrider de 1965

Habiendo visto la dedicación irrefutable, la escena estadounidense ha llegado a apreciar lo que Japón está haciendo y los apoya. Eso sí, si bien los japoneses han estado copiando los lowriders de Los Ángeles durante 40 años, algunos ahora están creando mejores ejemplos de los originales que intentan imitar. ¿Eso es adulación o una equivocación? Te dejaremos decidirlo.