Prueba del Volkswagen Golf R: emoción al volante a otro nivel

El Golf fue uno de los cohes que probaron los investigadores.

Así es el Golf más radical

Hay coches con un rendimiento sensacional que ya te advierten de ello con una estética de lo más llamativa, pero no es el caso del que hoy me acompaña. En esta prueba del Volkswagen Golf R me he encontrado con un lobo con piel de cordero. Un compacto que es capaz de pasar desapercibido, pero que te subirá las pulsaciones en cuanto te pongas al volante.

Esto último ya es algo que imaginaba, ya que estoy ante la versión más potente del compacto de Volkswagen. Sin embargo, en lo que se refiere a su aspecto estético, no es algo tan sencillo de adivinar. Mi unidad de pruebas está pintada en color blanco y con este tono contrastan las llantas ‘Estoril’ negras de 19” -con neumáticos Continental 235/35 ZR19- y algunos detalles sutiles en azul.

Más allá de esto y de algunos cambios en los paragolpes, el diseño del Golf R no hace gala de un estilo demasiado radical y lo noto comedido. Solo hay algunas pistas evidentes en la parte trasera, donde el alerón, el difusor y las cuatro salidas de escape llaman especialmente la atención. 

Algo similar sucede también en el habitáculo, que a priori es como el del resto de la gama de este emblemático modelo. Eso sí, hay detalles en azul específicos de esta variante, un volante más deportivo y ergonómico, y una tapicería con un diseño de rombos peculiar, pero que le aporta personalidad.

Además de esto, me encuentro por delante con dos cómodos asientos de corte deportivo que agarran a la perfección. Atrás, aunque el diseño de las butacas es más convencional, también me encuentro a gusto y tengo espacio suficiente para viajar sin problemas, aunque roce 1,90 m de altura. 

Por dentro, discreción con toques deportivos

Aun así, dentro del interior del Volkswagen Golf R mi lugar es el asiento del conductor, en el que me veo en una posición erguida y agradable. Frente a mí encuentro dos pantallas y una de ellas hace las veces de cuadro de instrumentos. En ella puedo ver con total claridad toda la información relevante durante la conducción y su aspecto varía en función del modo que haya seleccionado.

Por otro lado, está la pantalla central, pensada para manejar todo tipo de aspectos. Desde aquí puedo poner la radio, cambiar la luz ambiental, configurar el Apple CarPlay… Y manejar la climatización, aunque no sea un proceso sencillo. La configuración del interior ha hecho que desaparezcan algunos mandos físicos y los de la climatización se encuentran entre ellos. 

Sí, esto hace que el aspecto de la cabina sea más limpio, pero acaba siendo algo incómodo, ya que no hay ninguna referencia física y el proceso de manejar la temperatura puede ser difícil estando al volante. Esto, unido a que debo pasar por algunos menús para llegar a estos controles y a un manejo no muy intuitivo, hace que la experiencia acabe siendo mejorable.

Por supuesto, no es algo por lo que haya rasgarse las vestiduras, pero es de esa clase de cosas que hacen que uno disfrute un poco más de su coche en el día a día. Algo similar sucede con los botones hápticos del volante: en ocasiones, he activado sin querer la calefacción del volante por apoyar ligeramente mi mano en el botón al girar. ¿Es un drama? No, pero sí un poco molesto.

Al volante reina la diversión

En cualquier caso, esto son solo detalles y lo que más va a marcar la prueba del Golf R es el comportamiento en carretera. Por ello, no le doy más vueltas a otras cuestiones y arranco el motor de 4 cilindros con 320 CV que define a la variante más radical de este modelo.

Sin embargo, en un primer momento me sorprende su silencio. El modo de conducción predeterminado es el ‘Confort’, que es perfecto para ir por ciudad, ya que hace que todo vaya más suave. Esto se aplica para el sonido del motor, pero también para la suspensión, aunque se sigue notando algo firme. Es normal, ya que este es un compacto deportivo.

Aun así, si quieres descubrir su verdadera cara, puedes optar por los modos ‘Sport’ o ‘Race’. Además, en este último cuentas con las variantes Drift, Special -enfocado al circuito de Nürburgring, donde fue ajustado el Golf R- e Individual, para configurar al gusto. Asimismo, también hay otro modo completo que cada conductor puede modificar.

Sin más dilación, selecciono el modo ‘Race’ y el coche se transforma. De repente, el motor resuena con una nota emocionante y la respuesta se nota mucho más inmediata. La suspensión también la noto más firme y el cambio DSG de 7 velocidades pasa de subir de marcha a unas 2.000 rpm en el modo ‘Confort’, a no hacerlo hasta unas 3.000 rpm en conducción suave.

Volkswagen Golf R

Pero claro, es a partir de ahí cuando empieza lo interesante al probar el Golf R. Es entonces cuando el empuje del motor se hace más evidente y los petardeos del escape al soltar el acelerador no hacen otra cosa que ponerme una sonrisa de oreja a oreja. Puedo ir hasta las 7.000 rpm si quiero y las rápidas levas situadas tras el volante me permiten exprimir las cualidades del motor con confianza.

Y es que este es un coche muy, muy rápido, pero que te hace sentir a gusto en todo momento. La dirección es precisa y el agarre es sorprendente en todo momento gracias a su tracción total. Además, la firme suspensión ayuda a que el paso por curva sea realmente veloz, sin llegar a notar una inclinación excesiva. 

Es en estos momentos, cuando estás disfrutando realmente del coche, cuando te olvidas de cualquier pequeña incomodidad. Por encima de todo, en esta prueba del Volkswagen Golf R no he encontrado un coche perfecto, pero sí uno bien construido, razonablemente práctico e increíblemente divertido.

Nuestro veredicto

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