Prueba: así va el Seat Arona TGI con gas natural comprimido

Si tienes donde repostarlo, no lo dudes

Una de las cosas que más me preocupaba durante la prueba del Seat Arona de gas era dónde repostarlo: aunque tiene una autonomía conjunta de algo más de 400 km, el GNC no está tan implantado como el GLP, y tener que moverme utilizando el depósito de gasolina únicamente me daba pereza. Más que nada porque tiene nueve litros y la autonomía es bastante limitada.

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Pero vayamos por partes. El Seat Arona es un SUV del segmento B, uno de los más poblados ahora mismo y de los pocos que crece en ventas. Y no es para menos: tiene estética SUV, una posición más elevada que, digamos, un Ibiza, y una habitabilidad interior con mayor sensación de desahogo gracias a una altura libre mayor.

Ya que empezamos con el habitáculo, una de las cosas que más me gusta del Arona es que al entrar te sientes cómodo al momento. Los asientos recogen bien el cuerpo, tienen un mullido tirando a firme y consigues la postura de conducción que buscas sin problemas. A lo mejor echas en falta regulación lumbar, pero lo cierto es que la espalda apoya bien en el respaldo.

El manejo es muy de la marca: la pantalla central responde bien y la lógica de los menús es fácl de comprender, con iconos táctiles grandes alrededor de la pantalla del salpicadero y el climatizador con su propio cuerpo.

Detrás no está mal. A ver: el tamaño es el que es, pero dos adultos irán cómodos (en el medio ya se sabe lo que pasa) tanto por espacio como por postura. Además, el maletero es digno y te puede valer para casi cualquier cosa, siempre que no pretendas meter el equipaje de vacaciones de una familia de cuatro.

Muy bien en ciudad

A la hora de preparar la prueba del Seat Arona de gas, diseño un recorrido con más kilómetros por ciudad, que es donde tiene mayor sentido: tiene pegatina Eco y un 1.0 TSI de 90 CV que dan para pocas alegrías fuera de ese ambiente, por cierto.

Pegatina Eco Seat Arona TGI

Al girar la llave te recibe el típico ronroneo áspero de los tricilíndricos... y también su vibración. No molesta, pero si vienes de un cuatro cilindros te va a llamar la atención. El cambio no te exige ningún esfuerzo, algo que se agradece al circular entre semáforos.

A velocidades urbanas este Seat no te dará quebraderos de cabeza. Es manejable y ofrece buena visibilidad en todos los ángulos salvo en diagonal hacia atrás: el ancho pilar C y su diseño ascendente te puede entorpecer en algunas incorporaciones. Más allá de eso, no te pone ninguna pega: puedes salir de los semáforos con alegría y los 90 CV no se muestran escasos.

Sí que lo hacen cuando dejas atrás los edificios de oficinas y te adentras en autopista. A pesar de contar con unos desarrollos no muy largos (a 100 en sexta vas a 2.500 rpm y a 120, a 3.000), sientes que le faltan unos caballos con los que circular más desahogado.

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Puedes llanear con relativa soltura, aunque no puedes olvidar que llevas 90 CV y que a lo mejor si vas cargado y encaras una subida larga tienes que reducir una marcha. Nada grave: esto se ha hecho toda la vida y seguimos aquí.

Durante la prueba también he salido con el Seat Arona de gas a una carretera secundaria. ¿Sabes qué? Va muy bien, y de hecho se puede decir que le sobra chasis. Es divertido porque como no "corre mucho", no llegas a límites peligrosos.

Entra en las curvas con seguridad. Apenas balancea o cabecea y disfruta de un tarado de suspensiones muy bueno: tirando a firme, pero igualmente cómodo para el día a día tanto delante como detrás. La dirección tiene el tacto típico de la marca. Es decir, razonablemente rápida y precisa para un coche que hay que utilizarlo a diario. 

El Arona de gas cuesta casi la mitad

Seat Arona TGI

En el día a día es consumo es contenido. Oficialmente son 3,3 kilos de GNC cada 100 km, aunque en la prueba no he conseguido bajar de 4,2. Una cifra que no está nada mal igualmente... y que te obliga a cambiar el chip: los l/100 km los dejamos para la gasolina. En todo caso, utilizando gas, tal y como están los precios ahora mismo, el kilómetro te sale a poco más de la mitad de precio que si utilizaras gasolina, lo que es un aliciente interesante.

Una de las peculiaridades del GNC es que, a diferencia de los coches con GLP, que permiten escoger el combustible que van a utilizar, primero usa el gas y luego la gasolina. Solo en determinadas circunstancias, como después de rellenar el depósito de GNC, puede que opte por no gastar el gas durante un periodo de tiempo. 

Para terminar esta prueba del Seat Arona de gas, solo me queda decir que se trata de un gran coche con una opción de combustible alternativo que puede tener mucho sentido para quien se mueva en ciudad y en recorridos interurbanos y que, sobre todo, tenga una 'gasinera' cerca: encontrar una en ciertos lugares de España es complicado, ya que la inversión para poner un punto de distribución es elevada... y la demanda todavía baja. La pescadilla que se muerde la cola.

Nuestro veredicto

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