Project Swarm: recorremos Namibia al volante de un pick-up casi indestructible

Prueba Swarm
De un boceto en la parte trasera de un sobre a las dunas de Namibia. ¡¡Es real!!

Son las 4 de la mañana y hace un frío helador. Estoy (no) durmiendo en una zona seca del río Ugab en Namibia, envuelto en una especie de bolsa de lona polvorienta y maloliente junto a mi ‘Project Swarm’ (un poco más abajo te cuento qué es esto de Swarm)… Pero me invade un tipo de felicidad que hace que el corazón duela. Sí, hay una roca clavándose en mis riñones y algo peludo gruñe entre la maleza, a unos 10 metros de mí. Pero claro, cuando uno ve de esta forma las estrellas en el cielo, es imposible estar voluntariamente inconsciente. De hecho, brillan más que en cualquier cuento de hadas. Será eso... Hace un rato había un ardiente atardecer pero este se perdió en el terciopelo negro de la noche... y luego las estrellas explotaron. Miro hacia mi camión y sonrío. Este pick-up y yo hemos recorrido juntos un largo camino.

A la mañana siguiente, encuentro un rastro de huellas en el suelo, a unos 10 metros de donde hemos dormido. He visto estas impresiones antes… fueron hechas por mi gato, pero no tenían el tamaño de un plato de comida. Los guías, Paul y Michelle, confirman mis peores presagios: un gran león macho nos ha rodeado, ignorando las luces que nos rodeaban, mientras dormíamos. Más tarde, escuchamos a los leones rugir en la distancia, pero no me molestan… es fácil ser valiente con retrospectiva.

Aun así, dejando de lado a los grandes depredadores, el viaje ha sido realmente épico hasta aquí, y no solo porque haya tardado meses en realizarse y se hayan recorrido tantos kilómetros. En efecto, hace un año decidimos construir un camión de aventuras sobre la base de un Mitsubishi L200. A lo que salió de ahí, gracias al trabajo de un grupo de gente muy inteligente, creativa y cooperativa, lo llame ‘Project Swarm’. Es una especie de versión europea de un prerunner del desierto, pero que también lleva un ciclomotor de supervivencia y una especie de ala de avión montada en la trasera, que a su vez sirve como hangar para drones. Súmale a esto una jaula antivuelco externa PPC, neumáticos de 35 pulgadas y llantas Speedline, suspensión militar SuperPro, ruedas de repuesto montadas en la trasera, asientos Cobra al estilo Dakar, un compresor a bordo, un cabrestante e iluminación LED capaz de cegar temporalmente a toda África Occidental.

Sí, tiene de todo… pero le falta lo más importante: una prueba de sus capacidades. Y para ser honesto, estaba un poco fuera de contexto donde vivo, en Lincolnshire (Inglaterra). Llegamos a Namibia y nos encontramos con el Swarm fuera del contenedor de envío, desempaquetado y listo para la acción. Hacemos algunos ajustes, principalmente de presión de los neumáticos, y nos ponemos en marcha. Estoy acostumbrado al camión en carretera, y si bien es cierto que no funciona de manera realmente dura, tiene matices que recuerdan al de uno de los primeros Porsche 911 en cuanto a manejo. Con todo ese peso elevado en la parte de atrás, rápidamente estarás imitando al gran patinador Salchow si te vienes demasiado arriba con la velocidad en los giros.

Pero tenemos tiempo, así que vamos tranquilos durante las primeras horas.  Hacemos un par de paradas para comprar provisiones y repostar y enseguida nos damos cuenta de que un aparato como el Swarm en Namibia es como una estrella del rock. Un tipo duro es bueno para un país como este, con tanta naturaleza salvaje, y Swarm es lo suficientemente macho como para agradar. Los dependientes de las gasolineras (aquí no hay autoservicio) se vuelven locos. De hecho, una persona se ofrece a comprarlo en el acto y pasamos unos 20 minutos respondiendo preguntas. Finalmente encuentro un lugar en el que aprecian mi exageración. Me siento bien.

Prueba Swarm (gasolinera)

Un rato después estamos en carreteras normales de Skeleton Coast, y atravesamos algunas preciosas playas -no faltan los barcos naufragados, los restos marinos ni las focas gruñonas- y llegamos a una zona de arena y grava. Primera prueba del Project Swarm y una muy dura; estas carreteras tienen tablas de lavar ropa erosionadas en su superficie y son poco amables con la suspensión… Y sentir como todo se agita también es incómodo para ti. Se te nublan los ojos y el coche se mueve como una gelatina. Por otro lado, todo lo que va delante de ti produce una tormenta de polvo de casi 1 km que no te deja seguirlo de cerca… Aparentemente, la solución a esto está en conducir por encima de los 120 km/h para mitigar la vibración, pero luego te relajas por el miedo a caer por un barranco sin fin. Después de unas horas acabas acostumbrándote, pero te produce mucho cansancio y hace que tengamos que parar regularmente para asegurarnos de que el kit continúa anclado al camión. Todo en orden hasta ahora.

Prueba Swarm (playa)

Hacemos una pausa también para ayudar a unos turistas que han sufrido un pinchazo con su Hilux; permanecen allí, desconsolados, mirando a su gato hidráulico y descubriendo que se trata de un aparato bastante inútil si tu coche tiene una suspensión elevada y grandes llantas. Así que desenganchamos nuestro gran Hi-lift y les ayudamos a seguir su camino. Alcanzado el nivel de buenos samaritanos, nos dirigimos hacia el horizonte, donde ha aflorado una gran masa rojiza. Ya hay arena y polvo en lugares donde no debería haber arena…

Probando el mastodonde del Project Swarm

El camión, todo hay que decirlo, es increíble, y no solo porque se parece a lo que un niño hiperactivo que ha tomado demasiado azúcar dibujaría con una pintura de cera. La suspensión, aunque no es sofisticada, es polivalente y resistente. Llevamos una carga permanente y vamos al límite de peso en todo momento, pero aun así, la dinámica es interesante. Sin embargo, dado que llevamos neumáticos grandes, duros y bastante desgastados, flotamos donde otros golpean. La verdad es que esta prueba del Swarm no es lo último en cuanto a sensaciones de conducción. El ruido del tubo del respiradero situado junto a la ventana del conductor y el del escape suenan como un whoosh en una nave industrial y el siseo del turbo habla de su enorme y fiable potencia.

Puede que no seamos rápidos pero nos sentimos imparables, y esta sensación continúa un día después, cuando llegamos a la cuenca del río Ugab. Y sí, hay agua. No esperaba agua aparte del del mar, de ahí el snorkel, pero las distintas secciones del canal de Ugab tienen muchos ríos pequeños que corren a través de ellos. Por lo tanto, nos encontramos rodando a lo largo de corredores de vegetación que se adhieren a los bordes. No sobrepasa el metro de profundidad, por lo que no es un problema para un camión tan alto como el Swarm, pero tienes que tener cuidado con los baches hundidos y asegurarte de dejar las puertas abiertas si te detienes: los leones andan por aquí, por lo que debes ser capaz de volver rápidamente al coche a menos que quieras convertirte en una estadística sangrienta.

Prueba Swarm (vadeo)

Es asombrosa la manera en que África logra ser dura e implacable y a la vez majestuosa. Las grandes formaciones rocosas -y suena algo ridículo al decirlo- son tan completamente africanas que parecen sacadas de Disney. He visto tantos programas de televisión sobre este lugar que ver a los babuinos escabullirse por esos jardines rocosos mientras nosotros nos acercamos parece un poco surrealista. Muy pronto llega el momento de acampar, así que levantamos un cortavientos, hacemos fuego y repartimos la comida. A medida que el sol comienza a desvanecerse, descargamos el MotoPed para buscar un poco de luz en lugares donde un gran camión no puede ir.

En este punto, debo admitir que no sé conducir una moto, nunca aprendí, no me molesté lo más mínimo en hacerlo… Simplemente me sé la teoría y esto, seamos sinceros, no te lleva muy lejos. Aún así, tengo una buena sensación de equilibrio y una comprensión sólida de las máquina. Unos 200 metros más tarde, sin embargo, me caigo de bruces contra el suelo después de toparme con una boñiga de elefante del tamaño de un balón de fútbol. Por suerte, el accidente se produjo a menos de 11 km/h, aunque en una cuarta marcha optimista, así que lo único dañado es mi ego. Y mi cara. El resto de personas del grupo se muestran mucho más habilidosas sobre dos ruedas y yo decido que me siento más cómodo en algo más sólido.

Prueba Swarm (moto)

Enciendo las luces Lazerlamps del Swarm. ¡Jesús! Son tan brillantes como el hielo y te dejan una imagen nítida de las rocas que hay a cientos de metros de distancia. Es como tener tu propia central eléctrica y varios focos auxiliares. Es entonces cuando el terreno se vuelve aún más extraño. De aquí vuelves maravillado, de manera pura e infantil. Desde el dron, lanzado desde el alerón trasero, vemos como nuestro pequeño camión azul recorre las profundidades de la noche como si fuera una extraña criatura marina a diésel. Buscamos elefantes y vemos muchas cosas: chacales, mandriles, kudus… Finalmente, a las 3 o 4 de la mañana, admitimos nuestra derrota, volvemos al campamento y caemos en nuestras lonas.

Prueba Swarm (fuego)

Al siguiente día, recorremos gargantas y más agua, llanuras polvorientas cuyas únicas características definitorias son una bruma de calor y una sensación general de estar en un sitio muy poco hospitalario. Swarm simplemente continúa. Es un país que ofrece más y más con cada kilómetro, en cada esquina. Hermoso y cruel. Finalmente, llegamos a unos caminos de grava y Swarm se comporta de manera un poco rara, tirando hacia la izquierda al frenar. Estoy convencido que los frenos de tambor traseros se han llenado de polvo, pero sigo conduciendo durante una hora más o menos. Después, la rueda delantera se cae. Después de debatir sobre lo que podría estar mal durante un buen rato, el copiloto, Conor, echa un vistazo por la ventanilla y deja claro que lo mejor será detenernos. Lo más rápido posible, pero no de manera violenta.

Tras la investigación, parece que las carreteras en mal estado y cientos de horas de conducción han conseguido que el perno que mantenía la parte superior de la horquilla se suelte. No hay daño real, pero tampoco un tornillo real… La idea de recurrir al coche soporte es desechada, así que nuestro guía Paul regresa una hora más tarde con un perno del tamaño más o menos adecuado. Un poco de trabajo después y algunas palabrotas más tarde, tenemos la horquilla superior con doble perno que, probablemente, es más fuerte que la de la configuración original. Me tomo lo de “lo simple es lo mejor” como lección de vida.

El momento de poner a prueba nuestro apaño llega muy pronto, pues necesitamos cruzar un pequeño grupo de colinas para llegar a nuestro próximo destino. Swarm no se lleva bien con las laderas laterales y mucho menos en pendientes laterales con escalones de roca. Bloqueo de diferencial, bajo rango, gas, aceleramos sin miedo, ruedas delanteras dando patadas en el aire, maldigo, sudo y siento que me duele el estómago. El coche nunca se detiene, nunca se atasca, pero cuando me piden que vuelva a hacerlo para hacer fotos de ese momento, me niego… Tampoco hay que tentar demasiado a la suerte. Y además, acabo de ver lo que viene: es nuestra prueba final del Swarm. El momento de enfrentarse a las dunas más grandes del mundo. Al otro lado hay un horizonte tan azul que parece que pudieras caer al cielo. El peso de la vida presiona tus sentidos hasta que estás seguro de que tus oídos van a explotar. Esto es aventura y heroísmo. Pero también se siente como algo sediento y estéril. Y masivo…

Prueba Swarm (ladera)

Por primera vez, nuestro gran macho se ve insignificante, como un pequeño punto azul en un mar dorado. Y un mar es la mejor analogía, porque este lugar tiene olas, crestas y mareas. Dado que se trata de un mar hecho de arena, vale la pena tener cuidado con las corrientes. Lo que pasa es que al cruzar muchos kilómetros de dunas no puedes simplemente salir en la dirección que desees. Tienes que tener en cuenta el flujo del paisaje o te quedarás atrapado en poco tiempo. Intenta dominarlo y un buen grupo de ilusiones ópticas hará que el camión salte por una duna de 150 metros a 100 km/h. Y lo peor no es el salto, sino el aterrizaje… Debes ser capaz de leer la arena -texturas, colores, sombras…- como hace Paul. Yo no soy capaz, así que me quedo atascado pero no detenido; las llantas del Swarm son grandes y están ventiladas, de manera que obtienen una adherencia aplastante, y estamos equipados con una suspensión adecuada, así que por lo general, nuestras pausas se deben a errores de conducción y no a la configuración.

Los costados de estas dunas nunca se abren a 38 grados y aunque tengas la sensación de que estás cayendo por ellos, puedes frenar tan fuerte como quieras y te pararás al instante. Solo tienes que seguir el peso cuesta abajo y nunca, nunca intentes girar el coche cuando estés en ángulo a menos que te estés moviendo rápidamente. Después de todo, “el peso siempre gana” y terminarás volando en poco tiempo si ignoras las reglas. Puede parecer el parque infantil más grande del mundo, pero incluso las personas que saben lo que hacen deben tener en cuenta que si cometes un error, estás muy lejos de un hospital. Puedes enamorarte de la vista, pero también puede que lo mejor que obtengas sea indiferencia. ¡Qué narices! Está claro que te enamorarás de esto, porque cuando llegas a las grandes dunas, que a veces superan los 300 metros de altura, te quedas sin saber qué decir. Cuando ‘épico’ parece una palabra demasiado usada e insignificante, sabes que estás en el lugar correcto.

Pasamos mucho tiempo trepando por las dunas. Y nunca nos aburrimos. Hay, sorprendentemente, una gran cantidad de vida salvaje, desde escarabajos en la arena, hasta bandadas de pelícanos y flamencos sobrevolando la zona. Siempre hay un nuevo lugar para desafiarse a uno mismo y al camión… y desde luego, muchas cosas nuevas que aprender. Avanzamos demasiado rápido sobre una de las dunas y descubrimos que Swarm es capaz de hacer caballitos, así que lo intento de nuevo, y de nuevo, y otra vez más… hasta que vamos tan rápido que despegamos. El aterrizaje es duro pero también gracioso y en el fondo, esto es para lo que hemos venido, para probar hasta el extremo, aprender y vivir una aventura.

Prueba Swarm (caballito)

Después de varios días atravesando la alucinante Namibia, subiendo dunas, decidimos volver al mar para ver el atardecer. Es entonces cuando el horizonte nos deja fuera de juego con un apocalipsis silencioso. Y a partir de este momento, todo termina. Hemos ido de una simple idea, un boceto dibujado en un trozo de papel, a contemplar una puesta de sol que quita la respiración desde la parte superior de una duna, al otro lado del mundo. Hemos convertido un camión normal y estándar en algo que puede con todo. Mucha gente me ayudó a hacerlo funcionar y por eso les agradezco que ‘Project Swarm’ haya sido finalmente un éxito. Desde luego que no ha sido fácil, pero como dicen: “las carreteras rectas no hacen a los conductores más hábiles”. Cuando por fin volvemos a la civilización, me doy cuenta de que quizá se trata de eso, de seguir adelante.  La aventura no consiste en tener un camión como el Swarm, se trata de estar abierto a todas las posibilidades. Después de todo, un sueño solo sigue siendo un sueño si no haces nada para que se convierta en algo real. 

Agradecimientos: A Conor, Alan y Darren de Mitusbishi UK. A los creadores: Ralph, Dave, Brad y a Mr. Cowland. A Stuart de StuArt Aviation. A Paul y Michelle de Travel Uncharted. A Neil Carey por el vídeo. A Lazerlamps, SuperPro, Cobra, MotoPed, PPC, Speedline, Bilstein, GoPro y a toda esa gente que lo hizo posible. ¡Funcionó!


Texto: Tom Ford.

Nuestro veredicto

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