La historia del médico de la F1: el ángel de la guarda de los pilotos

Médico F1

Javier Prieto

Desde 1978, el médico de la F1 no ha parado de salvar vidas de los pilotos en las carreras. Esta es su alucinante historia.

Con este post sobre la historia del médico de la F1, queremos repasar y rendir tributo a una de las figuras profesionales imprescindibles en el Gran Circo. Y de paso, darle notoriedad a una labor esencial que no es muy conocida.

Porque, ¿qué puede haber más importante en las carreras que un doctor que vela y, si es necesario, trata de salvar la vida de los pilotos? 

Antes de comenzar el post, te ofrecemos un vídeo del GP de Mónaco 2000 en el que puedes ver cómo el galeno de la Categoría Reina también se la juega en el asfalto. Tras chocar su ambulancia contra las protecciones del Principado, acabó con varias costillas rotas.

El origen (funesto) del galeno de la F1

Durante la década de los 70, los accidentes mortales eran el pan nuestro de cada día. Tanto es así que se ¡producía uno al mes!  Estas dramáticas estadísticas llevaron a algunos ases de la velocidad como Jackie Stewart, a contratar los servicios de facultativos personales.

Incluso el mismísimo capo del Gran Circo, un tal Bernie Ecclestone, estaba muy preocupado al ver cómo no paraban de irse al otro barrio los protagonistas de su negocio.

Obligado por las circunstancias, contrató a un brillante neurocirujano inglés que por aquel entonces ya dirigía el equipo médico del GP de Gran Bretaña de F1. Sid Watkins, que así se llamaba, debutó el 17 de junio de 1978 en la cita sueca del calendario. Allí se inició la historia del médico de la F1.

Bernie & Sid

Un tipo que sabe taladraros la cabeza

Ecclestone, un personaje peculiar y auténtico donde los haya, les informó a los corredores de la incorporación del médico de la F1 con estas palabras: "os he traído a un tío que os puede hacer un agujero en el cráneo, por si lo necesitáis". Y Niki Lauda, presente en la reunión y tirando de ironía le contestó: "tranquilo Bernie, nosotros (los pilotos) no tenemos cerebro". 

 

La muerte de Peterson lo cambió todo

Tres meses más tarde, el piloto sueco Ronnie Peterson, tras sufrir un brutal accidente en el GP de Italia 1978, permaneció cerca de ¡veinte minutos! tendido en el asfalto de Monza, con graves lesiones en sus piernas, sin recibir ninguna asistencia y a la espera de la llegada de la ambulancia.

En aquella época, esos servicios sanitarios eran responsabilidad del circuito en el que se disputaba cada prueba. Las negligencias continuaron en la intervención quirúrgica. Y acabó falleciendo.

 

Después de ver aquella chapuza a la italiana en la que, evidentemente, Sid Watkins no tuvo nada que ver, dio un puñetazo en la mesa y dijo que aquello no podía repetirse. Había llegado el momento de modificar un montón de aspectos. Y se fue a hablar con Ecclestone.

Para empezar, le exigió a un vehículo con el que trasladarse inmediatamente al lugar del accidente. Precisamente, ahí arrancó la historia del coche médico de la F1.

Al mismo tiempo, le impuso que dicho automóvil siguiera a los monoplazas en la primera vuelta de cada carrera y, posteriormente, durante el transcurso de la misma, permaneciera de guardia en el pit lane. Esa sería la oficina del doctor de la F1.

Además, le pidió un anestesista y un helicóptero por si había que evacuar a algún lesionado. Las demandas fueron satisfechas aunque todavía quedaba mucho por mejorar.

Pocos medios y muchos esfuerzos

Dos semanas más tarde, en el GP del Este de los Estados Unidos, el primer médico de la F1 tuvo que pedir prestados un par de cascos y dos monos a James Hunt y Jody Scheckter para realizar su trabajo con ciertas garantías.

Y por si esta precariedad de medios no fuera suficiente, el inexperto conductor del coche del doctor casi se estampa tratando de mantener la estela de los bólidos en el giro inaugural al Circuito de Watkins Glen.

A pesar de ser muy tacaño, Bernie se dio cuenta de que necesitaban un chófer de garantías y un coche especializado (medical chase car) para facilitar la operatividad del nuevo facultativo. 

Llegan los progresos en la seguridad

Poco a poco se fueron implementando protocolos de actuación en materia de seguridad, fundamentalmente siguiendo las instrucciones del Profesor Watkins, como le llamaban los pilotos del Gran Circo.

Dicha labor iba tomando un papel primordial dentro de la competición, algo inaudito antes de la llegada del famoso doctor.

Siguiendo esa filosofía, a principios de los 80 la Comisión Médica de la FIA, presidida por el propio galeno, y el Expert Advisory Group, se establecieron métodos científicos de trabajo. 

Todo en la F1, desde el diseño de la indumentaria de los pilotos, hasta los circuitos, pasando por la construcción de los propios monoplazas, se hizo pensando en la seguridad. 

Y los resultados no tardaron en llegar. Ahí van unos cuantos ejemplos de corredores que salvaron el pellejo gracias a la intervención de Sid Watkins, a las nuevas normas y a la Divina Providencia.

El piñazo de Berger en Imola 1989   

En ocasiones, veinte segundos suponen la frontera entre la vida y la muerte. Así de real y de dramático. Pues ese es el tiempo que tardó Watkins en llegar al lugar en el que se había salido Gerhard Berger. Era la curva de Tamburelo en Ímola mientras disputaba el GP de Italia 1989. ¿No te suena ese sector del trazado transalpino?

Solo hay que ver la secuencia del hos**on para comprender que el austriaco no se fue al otro barrio gracias a la rápida actuación del médico de la F1...y a San Cristóbal.

 

Donnelly en el GP de Jerez 1990

Durante una de las sesiones de clasificación en el GP de Jerez 1990, el irlandés Martin Donnelly sufrió uno de los tortazos más espantosos que se recuerdan. La barita mágica de Watkins y la fortuna hicieron que se recuperara de aquel piñazo del que todavía se acuerda. ¿Y quién no? Al contemplar las imágenes se te ponen los pelos como escarpias.

 

La traqueotomía milagrosa de Hakkinen

Mikka Hakkinen es otro más de la interminable lista de pilotos que le deben mucho al médico de la F1. En el caso del finlandés se escapó de la tragedia por muy poco puesto que Watkins tuvo que realizarle una traqueotomía en mitad de la pista. Afortunadamente, se recuperó para convertirse en Campeón del Mundo 1998 y 1999.

La muerte de un amigo llamado Senna

Apenas un lustro después del porrazo de Berger en la maldita curva de Tamburello, Watkins no pudo repetir el éxito en ese mismo escenario con Ayrton Senna, uno de los mejores pilotos de F1 de todos los tiempos.

Ver expirar a su gran amigo sin poder hacer nada por él, fue una gran tragedia que marcó para siempre al facultativo inglés.

 

Senna Watkins

 

Después del óbito de Roland Ratzenberger en los entrenamientos oficiales del sábado, Senna se echó a llorar desconsolado ante Watkins. Éste le instó a que se retiraran juntos de la competición y se marcharan a pescar, una de sus aficiones favoritas. Sin embargo, el mito brasileño le dijo que debía correr el domingo 1 de mayo. El resto de la tragedia ya la conoces.

  

   

Una herencia imperecedera 

A pesar de lo sucedido en el GP de San Marino 1994, The Prof siguió salvando vidas en los circuitos del Mundial hasta su retirada en 2004. 

Para situar el papel que jugó este médico de la F1, te contamos que cuando comenzó a ejercer en la Categoría Reina fallecía uno de cada diez corredores accidentados. Y tras su exitosa trayectoria a lo largo de veinticinco años, se redujo a una víctima mortal cada trescientos porrazos. Los números lo dicen todo.

HANS SID

Watkins se jubiló en 2004, ocho años antes de reunirse con Senna. Pero su legado inmortal hizo que este deporte fuera mucho más seguro en todas las áreas que lo rodean, algo digno de reseñar.

Tomó su testigo en 2005 y hasta 2013 Gary Harstein, un brillante doctor que había sido durante mucho tiempo el ayudante del eminente Sid. 

A partir de entonces y a día de hoy, Ian Roberts es el encargado se pelear por la vida de los ases de la velocidad. Bonita y exigente profesión.

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