La historia del Turbo en Porsche. ¡Prepárate para flipar!
Victor Delgado
Porsche ha conseguido hacerse un nombre en el mundo de la automoción que hace que le consideremos como una de las marcas de referencia. ¡Como para no serlo! Con modelos como el Porsche 911... Y ya que lo comento, hace poco hicimos la prueba del Porsche 911, por si te interesa. Que sé que sí. Pero vamos con la historia del Turbo en Porsche. Una historia apasionante con la que se te saldrán los ojos de las órbitas. Comenzó en los '70 para aumentar sus prestaciones en competición y acabó en modelos de producción tan impresionantes como estos.
Porsche 911 930 Turbo
Lo confieso: el Porsche 911 930 es mi coche preferido de todos los tiempos. Y la versión Turbo fue espectacular, con una válvula de descarga de gases de escape solo vista antes en coches de carreras. Desarrollaba una potencia de 260 CV, si bien daba un empujón algo incómodo a partir de las 3.000 rpm. En el '77 llegó su revisión, con la que subió hasta los 300 CV gracias a la instalación de un intercooler y de un compresor más grande.
Porsche 959
No es un nueveonce, pero el Porsche 959, al que descubrimos en Frankfurt en el año '83, demostró el potencial que tenían los turbos. Eso sí, se presentó como un coche del Grupo B y no fue hasta el '86 cuando lo vimos como coche de producción. Cuenta con un sistema de admisión con dos turbocompresores diferentes. El más pequeño entra en acción cuando la velocidad es más baja, y el mayor cuando la cosa se pone seria. ¿El resultado? 450 CV y hasta 500 Nm.
Porsche 911 Turbo 3.3 964
El Porsche 911 Turbo de la generación 964 apareció a principios de los '90 con el motor de 3.3 litros de su predecesor. Fue el primero en preocuparse por sus emisiones contaminantes a través del tratamiento de los gases, y también añadió un intercooler un 50% más grande y una inyección con presión controlada. Eso no quitó que fuese una bestia con sus 320 CV y 450 Nm de par motor máximo iniciales. Su potencia subió hasta los 360 CV con su restyling.
Porsche 911 Turbo 993
En 1995 fue presentado el Porsche 911 Turbo de la generación 993. Es curioso, porque esta fue la última entrega con un motor refrigerado por aire y la última vez que la firma de Stuttgart instaló dos turbocompresores en un coche de producción en serie. Funcionaban en paralelo y cada uno de ellos suministraba aire a una de las filas de cilindros del 3.6 bóxer de seis cilindros. En su versión más bruta, el GT2, su potencia alcanzaba los 450 CV. Sencillamente impresionante.
Porsche 911 Turbo S 996
Aunque el 911 996 llegó en 1997, no fue hasta el 2001 cuando se puso a la venta la versión Turbo. El bloque 3.6 ahora tenía refrigeración líquida y tanto el Turbo como el Turbo S tenían un sistema de distribución variable que influía en el funcionamiento del árbol de levas y de las válvulas de admisión. Se le llamó VarioCam. Fue un motorazo, pues el GT1 ganó LeMans con este propulsor en el '98. Su potencia máxima fue de 450 CV, y el par motor máximo subió hasta los 620 Nm.
Porsche 911 Turbo 997
El Porsche 911 Turbo 997 llegó en 2007 con algo revolucionario: una turbina de geometría variable en una mecánica de gasolina. La marca le llamó VTG y contaba con unas aletas alrededor de la turbina que modificaban el ángulo en el que recibía los gases del escape. Así, a bajas vueltas la turbina aceleraba rápidamente. Lo más impresionante fue su desarrollo, ya que al alcanzar temperaturas mucho más altas que en un diésel se utilizaron materiales aeroespaciales. Tenía 480 CV.
Porsche 911 Turbo S 992
El nuevo Porsche 911 Turbo S, correspondiente a la generación 992, combina válvulas de descarga con las turbinas VTG. Pero ahora los turbocompresores son más grandes y tienen una distribución simétrica. Todo ello mejora el calentamiento del motor, que se lleva a cabo más rápido. Además, también es más eficiente al disminuir los gases residuales en los cilindros. Ahora es ya una auténtica bestia, con 650 CV y un par motor máximo de 800 Nm.