Roadtrip: el Porsche Cayman S y la carretera de las 3.000 curvas en México

¿Volveremos sin ser decapitados?

México, como sabréis, no es el país más seguro del mundo actualmente. Especialmente si estás conduciendo un Porsche Cayman S en la “carretera de las 3.000 curvas” - un revirado paso de montaña que atraviesa un territorio en guerra por la droga. 

¿Podremos sobrevivir a esta experiencia? ¿Y a los precipicios de 300 metros? ¿Y a la comida picante? “El único camino seguro de Durango a Mazatlán”, explica Roberto, “es por helicóptero”. 

Es medianoche. Roberto es un taxista y nos lleva al fotógrafo Daniel Byrne y a mí del aeropuerto de Durango a nuestro hotel. Le hemos dicho que vamos a recorrer el “Camino de las Tres Mil Curvas” al día siguiente. Y después de hablarnos de secuestros,  tiroteos y decapitaciones… aspira aire entre sus dientes. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

“A lo mejor todo irá bien. No tenéis pinta de ser ricos. Los narcotraficantes solo os dispararán si vuestro coche es caro. ¿Qué coche llevaréis?” Un Porsche. “Ni madres”, responde. “¿Es muy caro?” Algunos cientos de miles de dólares. “Tened cuidado con los hombres malos”, concluye. 

Una sirena de policía suena detrás de nosotros. Un maltrecho Pontiac de principios de los años ochenta pasa a nuestro lado. Claramente, no es un coche de policía pero sus dueños de alguna manera han adquirido una sirena… El lamento del Pontiac se pierde entre la ciudad y Roberto se encoge de hombros. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

Suena mi teléfono. Es David, nuestro contacto de Porsche México, quien nos va a prestar el Cayman S para este viaje. “Tened cuidado mañana”, nos avisa. “Hay algunos hombres malvados en esa carretera. Os matarán”. 

“Hemos oído hablar de ellos”, explico. “Suena divertido”. David prosigue: “Es un lugar peligroso. Si os apuntan con una pistola les dais el coche, ¿vale? No os hagáis los valientes”. Tampoco estábamos pensando en ello. 

Pero sus advertencias siguen: “No conduzcáis de noche. Y no paréis. Por nada”. Eso parece imposible si tenemos en cuenta que hay que hacer fotos… “Ok, podéis parar durante un minuto como mucho. Y nunca en los pueblos. Sea lo que sea que pase, seguid la ruta”. Brillante.

La historia no es alentadora...

Pasamos la noche en el hotel de Durango. El aire es frío y seco y el pueblo guarda silencio. Se siente como la calma antes de la tormenta… Antes de nada, déjame que te ponga en situación. En la década de los noventa, Estados Unidos tomó medidas para frenar la droga entrando al país a través de los puertos del Caribe. El tráfico de droga -cocaína, principalmente- se desplazó por tierra a través de México, con un puñado de pandillas rivales luchando por controlar la ruta. La batalla se ha intensificado en los últimos años.

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

De hecho, las mejores estimaciones sugieren que 28.000 personas han muerto en incidentes relacionados con el narcotráfico desde 2006. Hace unos meses, en Gómez Palacio -uno de los pueblos que encontraremos en la ruta- 17 personas fueron asesinadas por estos asuntos. 

Nuestro viaje con el Porsche Cayman S transcurre por un área defendida brutalmente por algunas bandas. En principio, si viajas de día, mantienes un perfill bajo y no llevas cocaína, todo estará bien… pero la respuesta de los narcotraficantes a las exhibiciones ostentosas suele ser poco diplomática: la decapitación. Y conducir un Porsche Cayman S, aunque sea de otra persona, está considerado una exhibición ostentosa.

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Entonces, ¿por qué demonios hemos escogido esta carretera? Porque es un camino asombroso que no existirá durante mucho más tiempo. La autopista 40 y sus dos carriles -que durante un siglo fue la única ruta desde Durango a la costa- pronto será desviada hacia una nueva autopista, con una hazaña de ingeniería monstruosa que atraviesa las montañas y se eleva por encima de los valles. 

La autopista 40 no será destruida, pero caerá en mal estado… Por tanto, esta es la última oportunidad de conducir la carretera de las tres mil curvas en todo su esplendor. ¿Y qué mejor que hacerlo con un Cayman S, con rendimiento de superdeportivo pero con una huella compacta?

A las 4 de la mañana, sin apenas haber dormido, suena mi móvil. Es el editor asociado de Top Gear. “Que no os decapiten”, puedo leer. “No voy a pelearme con una montaña de papeleo de recursos humanos…” 

En marcha

A la mañana siguiente, las cosas no empiezan bien. Veinte minutos después de dejar el hotel y ya en el tráfico de Durango, un perro callejero salta enfrente del Porsche Cayman. Freno con ganas y giro para evitar atropellarlo… pero segundos después, miro por el retrovisor y veo como la furgoneta que venía detrás de nosotros no lo ha esquivado. Mal presagio.

Nuestro propósito es contar cada una de las curvas de la carretera, pero pronto llega nuestro desacuerdo. “Una, dos, tres…”; “esa no era la tercera”, “había una recta entre ellas. Derecha, recta, derecha. Dos y tres”; “eso no era una recta”; “esta es la cuarta”. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

Salimos de la ciudad y pasamos la frontera que marca el final de la civilización. Consejo de viaje Top Gear: “¿quieres estar seguro de que nadie ha puesto droga en tu coche? Atraviesa un puesto de control militar con un Cayman S. Los guardias moverán cada panel y acabado para asegurarse de que estás limpio. Y gratis”. 

No hay nadie por aquí. Ni capos de la droga, ni policía… solo nosotros, un burro y una extraña vaca de cuernos largos. Nos sumergimos en los valles rocosos, sembrados de flores silvestres y cactus. Si los ingenieros de Porsche tenían un camino en mente cuando crearon el Cayman, seguramente era este. 

Se desenvuelve con suavidad y ataca las rectas con decisión antes de deshacer otro delicioso nudo de curvas, todo con un ritmo preciso. El Cayman se aferra con fuerza a la superficie inmaculada, saliendo disparado de los giros con el aullido de su bóxer de seis cilindros. Todo esta bien. 

Perseguidos

Pero de repente la situación se vuelve inquietante. Mientras atravesamos una ciudad llena de matorrales y caballos flacos, una pick-up negra de Ford con los cristales tintados sale de una calle y acelera hasta alcanzarnos, quedándose a apenas 1 metro de nuestro paragolpes trasero. 

“Si el secuaz de un narcotraficante mexicano condujera algún coche…”, empiezo. “Sí, se vería exactamente así”, termina Daniel, mientras mira por el retrovisor sin girarse. La camioneta permanece ahí, mientras la civilización desaparece de nuevo y nos adentramos en el bosque. Un bosque vacío. Lugar ideal para enterrar un par de cuerpos. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

“¿Qué hago?”, pregunto intentando no parecer aterrorizado. Pero sueno aterrorizado. “¿Cómo diantres funciona la etiqueta del narcotraficante?, ¿debo acelerar?, ¿o eso nos hace parecer que estamos intentando evadirlo?”.

Daniel arruga la nariz y sugiere algo: “¿pisarlo?”. Bajo un par de marchas, piso con ganas el acelerador… de hecho, creo que mi pie ha llegado hasta el asfalto, pero no pasa nada. Me doy cuenta de que he subido de marchas en lugar de bajarlas. Malditos sean esos estúpidos botones del volante. Primera marcha. El Cayman brama como si fuera un burro y salimos disparados. De repente, el Ford desaparece. 

“Creo que le hemos perdido”, digo con firmeza. “O… ha avisado por radio a sus compañeros que están más adelante”, añade Daniel. 

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No hay desvíos en la autopista 40, así que no hay más remedio que seguir adelante y esperar que el ‘Señor Grande’ no nos esté esperando en unos kilómetros con sus amigos. La carretera ahora asciende y el paisaje se transforma. El bosque se hace más denso. Mariposas del tamaño de revistas revolotean por la carretera, siguiendo el ritmo de enormes camiones cargados de cervezas y caballos y petróleo… a veces todo a la vez, a unos pocos kilómetros por hora. 

Si hay espacio para adelantar, algunos camiones nos hacen señas con los intermitentes para indicarnos que es seguro. La mayoría no. Así que hay que echar un vistazo rápido, cruzar los dedos y esperar lo mejor. Al menos tenemos un coche lo suficientemente rápido como para despachar adelantamientos en un par de segundos. 

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Paramos, con cautela, para almorzar en una cabaña de madera que hay al lado de la carretera. Su propietaria, una mujer anciana con el pelo recogido y los dientes dorados, golpea los trozos de masa con la palma de la mano y los lanza a la estufa de leña. El Cayman, con su interior rojo burdel, destaca mucho. 

Preguntamos, en ‘spanglish’, sobre los barones de la droga. “¿Narcotráficos aquí?”, asiente y sonríe. “Peligroso”, asiente y sonríe de nuevo. ¿Habrá llamado ya a los chicos, con astutas señales de humo?, ¿estarán de camino, con sus machetes?, ¿o es solo una linda anciana mexicana, que nos humilla por nuestro español? Seguramente lo primero. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

Devoramos nuestras ‘gorditas’ -una especie de dispositivos incendiarios mexicanos que contienen lava dentro de una delgada capa pastosa, y que explotan como granadas en tu boca cuando los muerdes- y sufriendo quemaduras del 10% en nuestras piel y con nuestras camisetas totalmente arruinadas, volvemos al Cayman. 

El ascenso al cielo... ¿o al infierno?

A lo lejos se vislumbran las montañas más altas de la Sierra Madre. Entre los árboles aparece la autopista 40, que se abre camino hacia la cima del mundo. A medida que avanzamos, parece una locura que se les ocurriera construir aquí un camino: ¿no había nada más fácil? Tomamos una curva y frente a nosotros se abre un paraíso prehistórico de montaña y cielo. 

Hemos llegado al punto más alto de la autopista 40, a 2.743 metros de altura, un paso delgado que conecta dos de los picos más altos de la Sierra Madre. Los lugareños le llaman Espinazo del Diablo. Si tienen razón, Lucifer necesita un buen osteópata. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

El paso se retuerce sobre la escarpada pared de roca, se aferra desesperadamente a la cima mientras debajo queda una caída al vacío de ¿300 metros?, ¿más? La vista, más que sorprende, se vuelve temporalmente incapacitante… Sin tener en cuenta nuestra regla de un minuto, aparcamos y contemplamos el vertiginoso escenario. Si vas a ser decapitado, que tu última visión sea algo espectacular.

Comenzamos nuestros descenso de la carretera de las tres mil curvas con el Cayman S y el aire se vuelve más espeso y húmedo. La humedad viene del Pacífico y se aferra a este lado de las montañas, convirtiendo la atmósfera en algo más tropical y a los perros callejeros más lentos. Un niño pequeño cruza la calle con un cubo en la cabeza. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

Y el camino, espectacular antes, eleva su juego a otro nivel. Se sumerge en la ladera de la montaña como una anguila espasmódica, retorciéndose y sacudiéndose contra la pendiente. Olvídate de los pases alpinos, con sus horquillas apretadas y entremezcladas con rectas. No hay un metro recto aquí. Es un sin parar de curvas, algo aterrador que induce significativamente al vómito. 

Cuando los camiones frenan en las curvas más estrechas, levantan grava y polvo, lo que significa que la fricción es tenue donde más lo necesitas. Golpeo varias veces con fuerza los frenos, solo para conseguir que nos deslicemos, el control de tracción parpadea y Daniel intenta escapar del coche por el hueco para los pies. Futuros narcotraficantes de Durango: negociad mejor con biodramina en lugar de cocaína. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

Si tan solo tres o cuatro de estas curvas se unieran en una carretera europea, todos los conductores aficionados acudirían en masa desde cada rincón a conducirla. Pero aquí hay cientos de ellas, en una sucesión sin fin e intermitente que llevarían al copiloto de rallys más duro al aneurisma. En voz alta, proclamo de manera absurda que esta es la mejor carretera jamás creada. 

Con los dientes apretados...

Y después, casi morimos. Mientras gestionamos una horquilla, un camión cisterna aparece y se echa a nuestro lado, tocando la bocina de manera furiosa y sin detenerse. No tiene adonde ir. Es demasiado ancho para tomar la curva por el carril interior y del otro lado, no tiene más de un metro antes de caer al abismo. 

Decido arrimarme al borde, pisando el freno cuando la parte delantera del camión gira directamente hacia nosotros. Gira en el último minuto, esquivando el frontal del Cayman y un milisegundo después, mi cabeza, por no más de 15 centímetros. El camión sigue su curso en una vorágine de bocinazos. El Cayman ahora está parado y el borde exterior de nuestras ruedas del lado del pasajero cuelga del borde, aferrándose a la superficie milimétrica de su banda de rodadura. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

Volvemos al asfalto y nos detenemos en una pequeña choza que vende botellas de Coca-Cola y pasteles con costra de azúcar. El dueño, un hombre con bigote tipo Stalin, deambula con tres perros desaliñados a cuestas. Me invita a asomarme al borde del acantilado y señala el follaje que hay abajo. A unos 150 metros, hay un trozo de metal rojo brillante -claramente, un coche- que no lleva ahí mucho tiempo. “Ayer”, dice. 

Le pregunto si murió y responde: “¿quién sabe?”, mientras frunce el ceño. “Hay demasiados…”. Docenas, cientos… de cruces de madera improvisadas bordean el camino a Mazatlán, cada una como un recordatorio de un cuerpo en el borde. Algunas forman grupos de cuatro o cinco, ¿incidentes separados?, ¿un solo coche? Mejor no pensarlo. Al borde de la carretera, con una caída especialmente vertiginosa, hay una cruz con un capó cuidadosamente montado sobre ella. ¿Llevaste flores, señorita? No, solo el capó. Es lo que el hubiera querido.

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

Dado que el Cayman nos ha salvado la vida, parece el momento de reflexionar sobre cómo un coche tan poderoso es en realidad el bebé de Porsche. Rápido, táctil, imperturbable… se ha desenvuelto sin problema en este camino loco y está listo para más. Adelantamos a algunos Escarabajos perfectamente conservados y a algunos Ford F150 Custom más antiguos y la temperatura y la humedad aumentan progresivamente. No hay capos de la droga y todo es magnífico. 

¿Es la carretera de las 3.000 curvas la mejor del mundo? ¿Y el Porsche Cayman? 

El sol brilla de color rosa en el horizonte cuando pasamos por el último punto de control militar, donde los frenos de los camiones se refrigeran con gas helado para evitar que sus neumáticos prendan. Hemos llegado a los últimos 30 km de carretera recta hacia Mazatlán. Quedan unos 15 minutos de luz. Si esto fuera una película, desencadenaría en una carrera desesperada por llegar a la seguridad de nuestro hotel, lográndolo segundos antes de que cayera el sol y los secuaces de la drogas aparecieran. Pero no es una película, así que no ocurre. 

Porsche Cayman S carretera de las 3.000 curvas en México

Ya es de noche cuando llegamos a Mazatlán y los narcotraficantes no nos han decapitado. ¿Alguna vez estuvimos cerca?, ¿quién sabe? Ese es el problema de los peligros ocultos: permanecen ocultos hasta el momento en el que tienes un machete en la garganta y un mexicano loco te pregunta si te gusta bailar lento. Pero, más allá de nuestra paranoia, la mayor amenaza que hemos encontrado han sido los camiones. 

¿Es la carretera de las 3.000 curvas la mejor carretera del mundo? Desde luego. ¿Y el Cayman? Mejor que un helicóptero. 

Texto: Sam Philip

Fotos: Daniel Byrne