Mercedes-AMG CLS 53: al final dio la sorpresa

No pide mucho y a cambio te lo da todo

Empezaba la prueba del Mercedes-AMG CLS 53 con un poco de escepticismo. Personalmente no me acaba de convencer eso de llevar un Mercedes-AMG que no fuera un AMG "puro". Ya sabes: esas brutales versiones con un '63' que son sencillamente increíbles. Tampoco me acaba de convencer eso de juntar en la misma frase 'coche deportivo' y cinco metros de largo.

Pero, como te podrás imaginar, con el paso de los kilómetros mi percepción ha ido cambiando, no ya en cuanto a lo que podría esperar por prestaciones o comportamiento, que me lo podría imaginar, sino por mis dudas acerca del carácter de un AMG 'pequeño'.

Pequeño entre comillas, claro, porque en realidad lleva el mismo motor que el CLS 450. Un seis en línea de 3.000 cc, pero con un par de retoques para alcanzar los 435 CV a 6.100 rpm y nada menos que 520 Nm a tan solo 1.800 vueltas. Y, lo mejor, es que esta cifra se mantiene estable hasta las 5.800.

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Esta sopa de números se traduce en que este CLS empuja desde muy abajo; apenas tienes un poco de 'turbo lag' y la sensación que te da al pisar el acelerador es de que llevas un atmosférico. Parte de la responsabilidad la tiene el sistema eléctrico de 48 voltios, que cuenta con un motor de 22 CV y 250 Nm con los que se mejora el consumo, se permite la circulación a vela, convierte el coche en un 'mild hybrid'... y, bueno, recibe la pegatina Eco con las ventajas que ello conlleva. 

Por cierto, un dato de barra de bar: fue el primer modelo de Mercedes en llevar esta denominación, que solo tendrán los 'mild hybrid' de este tipo, en contraposición con los 43, que no llevarán en sistema de 48 voltios, ni por supuesto los 63, que son palabras mayores. Y en mayúscula.

Prueba: Mercedes-AMG CLS 53 4Matic+

Interior del AMG CLS 53

Es muy, muy Mercedes. El salpicadero está presidido por esas pantallas tan enormes que dan la sensación de ser solo una. Cuando te acomodas, ahí delante tienes mucha información. Diría que quizá es demasiada: tienes la pantalla AMG específica con temperaturas y presiones varias. La de los asistentes de conducción, la habitual del ordenador de viaje, las opciones de configuración de los campos de información del cuentavueltas... 

Es un no parar, porque también tienes la parte de la derecha y el head-up display. La parte buena es que, pasado el deslumbramiento inicial, cuando ya lo tienes todo a tu gusto, puedes encontrar todo de un vistazo. 

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Todo lo que alcanza la vista y la punta de los dedos te dejan claro que estás en un coche de 129.000 euros. El tacto, el olor de los asientos... todo te da una sensación de estar meticulosamente estudiado, de que unos ingenieros han pensado, y mucho, en lo que puede querer un apasionado de la conducción que opta por un coche así.

Porque, si no te gustan los deportivos, por qué comprar una berlina de cinco metros de largo y casi dos toneladas de carácter deportivo cuando puedes navegar completamente aislado del mundo en tu CLS 450 y de paso ahorrarte un dinerillo con el que hacerte, por poner, con un Volkswagen Golf GTI, ¿no?

Volviendo a Stuttgart, lo mejor es presionar el botón de arranque. Lo cierto es que es una manera perfecta de empezar la prueba del Mercedes-AMG CLS 53. El sonido que sale por sus escapes es sorprendentemente redondo. 

Prueba: Mercedes-AMG CLS 53 4Matic+

Durante la prueba no se me ha ido la sensación de que es algo estudiado ya que toda la 'gracia' viene de atrás: no esperes un ronco bramido procedente del seis en línea. Tampoco pasa nada y cumple su función. Además ¡petardea! Ideal para ir despacito en el aparcamiento del hipermercado con la ventanilla bajada (me lo ha dicho un amigo).

La parte buena es que el motor de tres litros es suave como pocos. Un seis en línea siempre es un seis en línea. Tras esta sesuda reflexión, es hora de pisar a fondo. Hunde el pie derecho y te preguntarás dónde se ha quedado el peso. 

Te da feeling de ligereza; apenas cabecea o balancea. No tienes esa sensación de que el coche va como 'suelto' que puedes tener en algún coche de tanto peso y potencia similar. Las suspensiones, que lo hacen notablemente más rígido que la versiones normales, tendrán algo que ver. También la mayor caída negativa de las ruedas delanteras.

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Lo que me lleva a una cosa que no esperaba. ¡Cómo gira! De nuevo me tengo que preguntar por los 1.980 kilos en orden de marcha que declara este modelo. Al pisar el freno decelera sin hundir el morro. Luego, marcas la dirección que quieres y el tren delantero ordena una trayectoria que las ruedas traseras no hacen sino seguir fielmente.

Lo siguen fielmente, sí. Y también te ayudan a redondear el giro gracias al diferencial de deslizamiento limitado que te mete en la curva sin esfuerzo. Pero hay que tener claro que no es un coche tan ratonero como podría ser un Mercedes AMG A45: los 1,9 metros de ancho se encargan de recordártelo, especialmente en alguna carretera estrecha cuando viene un camión de frente (sí: dato autobiográfico).

Prueba: Mercedes-AMG CLS 53 4Matic+

Y es que el AMG CLS 53 de esta prueba me ha dejado claro que lo suyo son especialmente autopistas y secundarias en buen estado, donde puede desplegar todos sus atributos: un rodar firme pero suficientemente cómodo, bien aislado, con el rumor del escape recordándote que tienes más de 430 CV dispuestos a catapultarte al infinito.

Pero también te puedes relajar, activar el modo Confort y deslizarte por el asfalto con todo el refinamiento que te puedes esperar de una berlina de lujo de Mercedes: en autopista la novena marcha te colocará en 1.750 rpm a 120. Son desarrollos largos, sí, pero perfectamente compatibles con su generosa cifra de par: si te pones a 100, el motor te aguanta la relación más larga (aviso a solteros: medida en km/h, no en años) y te moverás a 1.400 vueltas sin necesidad de reducir...

... lo que ayudará a mejorar el consumo. Porque al final, durante la prueba del Mercedes-AMG 53 CLS solo ha habido una cosa que me ha inquietado: ver consumos medios por encima de los 12 litros en cuanto pisaba un poco más de la cuenta el acelerador. Pero, seamos sinceros: ¿tienes 129.000 euros? ¿De verdad te importa este dato?

Nuestro veredicto

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