Cuando buscas un coche para comprar mirando el precio, parece que estás destinado a hacerte con un modelo no solo modesto, sino también feo, poco práctico y menos fiable. 

Pero el caso es que siempre hay grandes excepciones. Modelos a los que no se les puede aplicar la etiqueta low cost (aunque sean baratos) porque, sencillamente, son coches con una relación calidad-precio muy buena. Claro, uno de esos coches es el Citroën C4 Cactus. En serio: aquí hago una recopilación de las cuatro cosas que más me gustaban en su moemtno... y, bueno, de dos que no tanto.

Este modelo compacto de Citroën apareció en el año 2014. El concept que lo adelantaba tenía muy buena pinta y lo cierto es que el modelo de producción no defraudaba. Tenía una imagen diferente, un interior espacioso y agradable y una gama de motores sencilla, pero perfectamente válida.

Veamos, a ojos de 2021, cómo podría ser comprar un C4 Cactus de ocasión (quizá quede alguno nuevo), ya que dejó de fabricarse el año pasado para dar paso al nuevo Citroën C4 2021 en la planta de PSA de Villaverde en Madrid.

Vamos con lo que más nos gustaba en su día

1. Diseño diferente a todo :)

Desde que apareció el C-Cactus Concept en 2007, este nombre ha estado unido a la idea de un coche diferente y simpático. En 2009 añadieron los airbumps en las puertas y en 2010 ya estaban sus líneas definidas.

A partir de ahí, solo hubo que transportarlo a producción. Cuando llegó (foto de arriba), los airbumps marcaron su personalidad y consiguió tantos detractores como aficionados. Los pilotos traseros al estilo del Peugeot 205 y el nuevo frontal de la marca funcionaban en líneas generales y conseguían diferenciarlo de los modelos tristes y grises que suelen poblar el segmento compacto.

2. Sencillez bien entendida :)

En el interior, poca cosa. Pero, como dirían los más jóvenes, "en plan" bien. El cuadro de relojes es una pantalla LCD detrás del volante. Velocidad, nivel de gasolina y algunas informaciones más. Lo estrictamente necesario, al estilo del incombustible Citroën Xsara Picasso. 

El salpicadero también acoge una pantalla central con sistema de infotainment de 7" que podías encontrar en los C4 Picasso y Peugeot 308. Para bueno y para lo malo, pues carecía de botones físicos y había que tocar a la pantalla más de la cuenta.

3. Comodidad y espacio :)

Durante la etapa de lanzamiento pude entrevistar a uno de los diseñadores del interior, que hablaba todo el rato de "feel good sensation": sensación de bienestar en español. Las butacas, el salpicadero, los materiales...

Los asientos eran como los de un sofá, pero recogían el cuerpo razonablemente bien. En la segunda generación (foto de arriba) se estrenaron con espuma de alta densidad. Según Citroën, aguantan el paso del tiempo sin deformarse y ofrecen una mayor superficie de apoyo para el cuerpo.

4. Motores: pocos, pero suficiente :)

En la misma plataforma Citroen C3 no se podían esperar milagros. La primera generación utilizaba un motor de gasolina atmosférico de 82 CV del que no tengo buenos recuerdos en términos de agrado de conducción: había que pisar mucho para correr poco y gastar demasiado.

Mejor lo tenían los BlueHDi de 100 CV o el Puretech (gasolina turbo) de 110. De estos dos, aun a riesgo de ver peligrar tu integridad física, el diésel era una opción muy digna gracias al buen rendimiento en bajos y medios típica de estos motores, a lo que se le une la suavidad habitual de los HDI.

 1. La segunda generación perdió la frescura :(

Sin discusión. Era mejor coche en todos los sentidos. Incluso recibió motores mucho mas potentes. En gasolina apareció el 110 CV con cambio automático EAT6 y un 130 con cambio manual de seis marchas.

En diésel, aparte del BlueHDi 100, llegó a finales de 2018 un HDi 120 con cambio EAT6.

La parte mala es que todo lo que ganó en empaque y aplomo lo perdió en frescura. Los airbumps quedaron reducidos a la mínima expresión, quizá buscando a ese público que no terminaba de ver esos 'pegotes' de plástico en el lateral; los pilotos se hicieron mayores y el frontal recibió un lifting que lo acercaba a la nueva imagen de la marca.

Todo eso estuvo muy bien, pero ya no era lo mismo...

2. La cara oscura de la sencillez :(

A nadie le va a extrañar leer que el C4 Cactus no tenía todo bueno. Eso solo me ocurría a mí... y a ojos de mi abuela. 

El precio muchas veces lleva aparejadas una serie de concesiones. En el caso del Citroën C4 Cactus, los ingenieros y desarrolladores tuvieron que escoger qué metían en el pack y qué dejaban fuera.

Aunque se puede hablar de climatizador y hasta de cambios automáticos, también hay que mencionar cosas que siempre están ahí y que en este modelo echas en falta.

Por ejemplo, un volante regulable en profundidad. Cuando hice la prueba del primer modelo, apunté en mi cuaderno que me hubiera gustado poder separar un poco el volante para no tener que tener el asiento tan echado hacia adelante.

Otra de las cosas que sorprenden es la apertura de las ventanillas traseras en compás, algo que pienso que no debería faltar en un coche orientado a familias (al igual que la iluminación interior posterior, que faltaba): niños que se marean o simple ventilación son los dos principales usos que se me ocurren.

Por último, un sí, pero no. El techo de cristal. Yo soy un fan de este tipo de techos, aunque prefiero que se abran. En el C4 Cactus estaba disponible en las versiones más altas y añadía todo ese plus de desahogo y luminosidad de este tipo de elementos, pero le faltaba algo que creo que es vital: una cortinilla. En la marca decían que el cristal calorífugo, pero en esos días en los que el sol cae a plomo, se hace bastante cuesta arriba esa sobredosis de rayos UVA...