Probamos el legendario Jeep Willys: el señor de la guerra

Javier Leceta

Viajamos a los cañones de Moab (EEUU) para probar el primer jeep y tatarabuelo de los todoterreno actuales.

Moab (Utah, EEUU), tierra de cañones con el río Colorado de fondo y escenario de un sinfín de películas del Oeste. Me encuentro sentado al volante del emblemático Jeep Willys, el primer Jeep de la historia y un protagonista de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial (aquí tienes los vehículos protagonistas del desembarco de Normandía). Hoy, 72 años después, tengo el privilegio de probar esta reliquia bélica y tatarabuelo de los todoterreno actuales. Sin duda, uno de esos coches que todo friki sueña con tener en su garaje.

Te hablo del Jeep Willys-Overland MB, un 4x4 que, aunque fue producido entre 1941 y 1945, tuvo su origen en 1940, cuando el ejército americano invitó a los fabricantes a crear “un vehículo de reconocimiento ligero” que reemplazara sus motocicletas militares y los Ford T modificados. Un 4x4 con reductora que además cumpliera otros requisitos: carrocería rectangular, parabrisas abatible, altura inferior a 91 cm, peso muy reducido, motor que alcanzara los 80 km/h, luces normales y de camuflaje... Tras los prototipos Willys Quad y MA (1941), el elegido final fue el Willys-Overland MB, el primero de producción.

Un vehículo que desde muy pronto comenzó a ser conocido entre los militares y los civiles como Jeep. Dos teorías argumentan la aparición del nombre ‘Jeep’. Según la primera procede de las iniciales de General Purpose, abreviatura militar de Uso General. La segunda apunta a Eugene The Jeep, el personaje de la serie de dibujos 'Popeye, el Marino'. Esta mascota fantástica se movía entre dimensiones y resolvía problemas aparentemente imposibles. La creencia dice que los soldados, sorprendidos por las prestaciones del Willys, apodaron así al coche por compartir con Eugene su habilidad de ir a cualquier lado y solucionar situaciones complicadas. Otro hecho refuerza esta teoría: la mascota solo decía la palabra “Jeep”.

Willys MB

Desde entonces y durante sus cuatro años de vida, Willys-Overland y Ford Motor Company -esta última bajo licencia- construyeron 368.000 y 277.000 unidades del Jeep Willys, respectivamente. El robusto todoterreno verde oliva fue utilizado para el transporte de tropas, labores de reconocimiento e incluso como ambulancia. Tras la contienda, Willys registró comercialmente el nombre Jeep, y convirtió al vehículo militar en un práctico todoterreno destinado al trabajo de las granjas: el primer Jeep había pasado del campo de batalla al día a día de muchos civiles americanos y se convertía así en el origen de los todoterreno modernos.

Jeep Willys: no anda, vibra...

Mientras repaso en mi cabeza la historia del Jeep Willys, me acomodo lo mejor posible en su espartano asiento. Siento un cosquilleo especial, y no veo el momento de arrancar... ¿Pero, cómo se arranca un coche de 1944? Un miembro de Jeep me lo explica: solo hay que girar el contacto y accionar con el pie derecho un pequeño interruptor que está situado en el suelo, por delante de la palanca de cambios. Ah, y rezar para que el coche no se emborrache y haya que dejarlo un rato en reposo... Tengo suerte, y arranca... a la segunda. Lo primero que me llama la atención es la disposición de los pedales -un poco elevados- y el recorrido del cambio: donde debería estar la primera está la marcha atrás; la segunda, donde una tercera normal; y la última, en el lugar de la cuarta. Eso sí, con unos recorridos larguísimos; tanto, que si no mueves bien la palanca hasta el final -sobre todo al engranar la segunda velocidad-, el cambio empieza a insultarme y la marcha no entra. “¡Tranquilo, ya lo tengo controlado!”.

Perpetrado con el techo pongo rumbo a las líneas enemigas en Normandía. No, no es el Día D. Realmente sigo en el rancho cerca de Moab, pero al volante del Jeep más emblemático de la historia me siento como Lee Marvin en una de sus películas bélicas: “cuál es mi próxima misión, señor”, me dan ganas de gritar al experto de Jeep que viaja de copiloto junto a mí en el Jeep Willys. Pero aquí no hay trincheras, ni bombas, ni enemigos. Solo un espectacular paisaje que me permite disfrutar al máximo de un coche que es completamente rudimentario, pero que ahora mismo no cambiaría ni por el mismísimo Bugatti Chiron.

Rudimentario pero muy duro: dos señas distintivas del Jeep Willys.
Rudimentario pero muy duro: dos señas distintivas del Jeep Willys.

El temblor que siento ya no es por los nervios, sino por el traqueteo continuo del Jeep Willys. El arcaico cuadro muestra la velocidad, el nivel de la batería, el aceite y el combustible, además de la temperatura del agua. Todo está en orden. Eso sí, el motor es ensordecedor y no precisamente brioso; la suspensión es más simbólica que efectiva; los frenos tienen un tacto algo diferente a unos cerámicos; y la dirección es tan imprecisa que hay que hacer correcciones continuas hasta en línea recta... “Cómo se apañarían los soldados americanos para moverse con esto a 100 y por cualquier terreno”, pienso. Bueno, viendo su decisivo papel, supongo que el Willys no era tan hierro en 1941. Y, qué leches, a fin de cuentas estamos hablando del Jeep con el que empezó todo: un 4x4 rudimentario que cualquier loco de las cuatro ruedas ansía conducir. Y yo, he tenido el privilegio de poder hacerlo...

 

Datos técnicos Jeep Willys

Motor: 2.199 cc, 4L, 60 CV, 142 Nm.

Tracción: integral.

Consumo: 7 litros de whisky/100 km.

Aceleración: 0–100 en media guerra.

Velocidad: 105 km/h.

Peso: 1.113 kg.

Nuestro veredicto

0.9