Un superdeportivo peculiar: ¿Ves algo raro en este Porsche 911 Turbo 930?
La clave está en la parte trasera...
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Si eres un apasionado de los Porsche, probablemente te habrás dado cuenta de que en esa foto hay algo que no encaja: el Porsche 911 Turbo que se presentó en el Salón de parís de 1974 y que rompió las reglas del juego de los superdeportivos con su compresor KKK era distinto.
Y no estás equivocado. El 930 apareció con el objetivo principal de poder homologar un competidor para los Grupos 4 y 5 después de que la FIA hiciera algunos cambios de reglamento por los que el 911 RSR turboalimentado de carreras tuviera problemas para conseguir la homologación.
Así las cosas, el 911 Turbo nació con pedigrí de competición. Pero pedigrí de verdad: no había un equipo de marketing creando "similitudes" artificiales para poder anunciarlo a bombo y platillo en redes sociales.
Lo que había debajo de la tapa del motor del nuevo superdeportivo alemán era un poquito del Porsche 917. Bueno, más o menos: Ernst Fuhrmann, uno de los primeros empleados de la historia de Porsche y director técnico en los años 70, adaptó la técnica de turboalimentación del 917/30 CAN-AM (1.100 CV) a un Carrera RS 3.0 (de ahí que también se le conozca como Porsche 930).
El resultado fue el deportivo más rápido de su tiempo con 250 km/h a pesar de no ser especialmente potente: 260 CV. Sin embargo, también resultó ser complicado de conducir, lo que no hizo sino agrandar su leyenda.
¿Y por qué este 930 es tan especial? Por su dueña
La propietaria del 911 que encabeza el artículo no fue otra que Louise Piëch, hija de Ferdinand Porsche (fundador de la marca), hermana de Ferry Porsche (creador del 911)...
... aunque también se podría decir al revés, ya que aunque la historia no ha puesto su nombre con letras de neón tan brillantes como las de sus dos familiares más ilustres, fue una de las responsables de Porsche Holding GmbH, también conocido como Porsche Salzbug. ¿No te suena? Es uno de los mayores distribuidores de automóviles del mundo hoy por hoy.
Durante los años 60, Porsche Salzburg era una especie de segundo equipo oficial en el mundo de la competición y consiguió gestas como la victoria en las 24 Horas de Le Mans del año 1970 con el 917KH de Herrmann y Attwood portando una de las decoraciones más icónicas (y para mí la más bonita por delante de la de Gulf).
También es especial por su carrocería...
El Porsche 930 se distingue por esa trasera tan brutal y su alerón tipo 'cola de ballena', que poco tiene que ver con la 'Cola de pato' que estrenó el Porsche 911 Carrera RS 2.7 (aquí tienes datos que seguro-seguro que no conoces). Se diseñó para trabajar junto al alerón delantero y proporcionar carga aerodinámica al eje trasero y que el 911 no despegue.
Aperte, las vías traseras se ensancharon para mejorar la pisada y la estabilidad, mientras que los neumáticos escogidos fueron unos Pirelli P7 de altas prestaciones y que podían con las elevadas velocidades que desarrollaba el 930.
En el caso de este 930 de Louise Piëch (que por cierto, tomó el nombre de su marido, Antion Piëch, quien estuvo al frende de Volkswagen), la carrocería es la de un 911 normal.
Según me contó el personal del Museo Porsche que me estaba guiando por una orgásmica visita por la nave en la que se guardan los Porsche que no están en la muestra oficial, a Louise Piëch no le gustaba llevar un modelo tan llamativo y ancho, así que sus deseos se convirtieron en realidad: aquí el único Porsche 911 Turbo estrecho de los 2.819 3.0 que se fabricaron entre el 75 y el 77.
... y por su luneta delantera
Una de las aficiones de Louise Piëch era la pintura, y de hecho hay un buen número de acuarelas a la venta por unas cantidades que nos hacen levantar una ceja a los que no entendemos de arte.
Por eso, es probable que nadie se extrañara cuando pidió que su Porsche 911 Turbo no solo tuviera una trasera estrecha, sino que quería que la luneta delantera no estuviera tintada para poder admirar mejor los colores de los paisajes que luego pintaría. Problemas del primer mundo, sin duda...
Y vaya si lo movió: 70.000 km
Alguien con ADN Porsche en su sangre (y no es un decir) como Louise tendría acceso a todo lo que quisiera de Stuttgart, y más teniendo en cuenta que gestionaba uno de los mayores distribuidores de automóviles.
Sin embargo, todo parece indicar que estaba feliz al volante de este nueveonce tapizado con el peculiar patrón escocés: según me contaron, ya con 70 años a sus espaldas, su propietaria se las arregló para recorrer 70.000 km al volante.