Prueba Toyota C-HR: deportivo… sobre todo en su imagen

Javier Leceta

Señores de Toyota: una pena que su SUV no sea tan deportivo como transmite su imagen.

En ocasiones, los fabricantes sí consiguen de verdad dar con la tecla y crear un modelo con identidad propia. Un claro ejemplo es éste. Y es que, tal y como descubrirás en esta prueba del Toyota C-HR, el SUV japonés es un modelo diferente por varios aspectos (aquí tienes 5 claves que desconoces del Toyota CH-R).

El primero de ellos es su estética: una imagen futurista que lo aleja bastante de otros rivales más conservadores en diseño y, que a tenor de las numerosas unidades que se ven por la calle, parece que también gusta al público general. Tal y como puedes ver en la galería de imágenes, la marca oriental ha creado una carrocería musculosa y angulosa un poco al rollo Star Wars que es muy resultona a la vista, y que en el caso del acabado Dynamic Plus -el de esta prueba- incluye pintura bicolor en techo y pilar A. Otros aspectos que debes fichar son los grupos ópticos con los intermitentes integrados, los tiradores traseros ocultos y la particular trasera -con un alerón que no le queda nada mal-.  
 
En conjunto, el Toyota CH-R es un coche resultón de aspecto dinámico que, tal y como he podido comprobar durante esta prueba del Toyota C-HR, despierta sensaciones encontradas en la gente: o gusta mucho o nada. Yo, estoy entre los primeros.

 

Cómo es por dentro

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El rollo futurista del Toyota CH-R de esta prueba también está presente en el interior, que recurre a una decoración a base de rombos que estéticamente no está mal pero que no sé si acaba de convencerme. No obstante, el habitáculo no está mal acabado en términos generales, aunque hay cosas mejorables como los plásticos de las puertas -de aspecto algo duro-. El guarnecido del salpicadero, una goma blanda con pespunte, está bien acabado. Al igual que los asientos, con un toque deportivillo y que ofrecen una buena postura de conducción (eso sí, me gustaría que la banqueta se pudiera bajar un poco más). Una pantalla de ocho pulgadas permite manejar el sistema de infotainment, con un funcionamiento intuitivo y con numerosas funciones y apps complementarias. Es una pena que la calidad de sus gráficos no sea de mayor calidad, ya que ofrece una apariencia un tanto anticuada. Sí me gusta que algunos controles básicos -como el sistema de climatización- puedan seguir manejándose desde una botonera (en algunos modelos actuales, algo tan simple como cambiar la temperatura requiere desplazarse por numerosos menús de la pantalla, algo que siempre distrae). Al no ser un coche grande (mide 4,36 metros), en las plazas delanteras se siente un poco de sensación de estrechez -tampoco nada exagerado, por otro lado-. Eso sí, tienen una buena altura al techo.

 


 
Acceder a las plazas traseras puede resultar un poco tedioso para personas algo limitadas de movimiento debido a la baja altura del techo y al ángulo de apertura de las puertas -si fuera un poco mayor resultaría más cómodo-. Tal y como ocurre con otros modelos de este segmento, olvídate de la plaza central: solo dos adultos viajarán de forma confortable en un espacio con una altura al techo pasable y, eso sí, con un túnel de transmisión bajo -algo que se agradece-. El maletero, de buen tamaño y formas regulares, ofrece 377 litros de capacidad. Eso sí, su boca de carga es bastante elevada y hay un pronunciado escalón dentro.

 

Prueba Toyota C-HR: ¿deportivo solo de apariencia?

Al principio de esta prueba del Toyota C-HR te contaba que es un SUV diferente por varios aspectos. Aquí tienes el segundo: en España únicamente está disponible en versión híbrida, un hándicap que debes tener en cuenta.
 
Concretamente, el Toyota es empujado por un motor gasolina de 1,8 litros y 98 CV y otro eléctrico de 72. En total ambos ofrecen una potencia conjunta de 122 CV, suficientes para mover con soltura y de forma progresiva al C-HR. El mayor problema es que esta mecánica está asociada a un cambio automático e-CVT por variador. Esta transmisión evita los tirones de la transición entre velocidades, algo que se agradece especialmente en ciudad. Pero por contra está falta de algo de empuje en las recuperaciones y, sobre todo, resulta insoportablemente ruidosa cuando exiges lo máximo del motor: el sonido inunda el habitáculo y resulta tremendamente molesto. Sin duda, éste es el peaje que deberás pagar por conducir este coche híbrido. Dinámicamente, la dirección responde bastante bien a las instrucciones, y la suspensión es confortable y se comporta bien en apoyos (salvo a velocidades elevadas cuando se vuelve un poco rebotona en baches o juntas de la carretera). 
 

 


 
Y precisamente, esta peculiaridad es la que hace que el terreno predilecto del Toyota C-HR sea la ciudad: ahí el cambio automático sin tirones es su principal aliado, al igual que su modo completamente eléctrico, que te permite conseguir consumos realmente bajos. Además, al no tener que exprimir mucho el motor se mitiga el ruido que te comentaba anteriormente. Y es que, cuando sales a autopista, la cosa cambia: al acelerar a fondo, el coche comienza a sonar más y más, y si abusas del pedal derecho, los consumos se resienten (el oficial es de 3,9 litros, pero en ciudad puedes lograr consumos incluso inferiores a 2 litros si el trayecto acompaña).
 
En conclusión, y tal como he podido comprobar en esta prueba del Toyota C-HR, se trata de un SUV pintón para moverte por ciudad, lugar donde podrás sacar provecho de su sistema híbrido y conseguir consumos realmente bajos. La deportividad se queda sobre todo en su imagen, ya que su motor de 122 CV tiene potencia suficiente pero se echa en falta un gasolina más gordo para exprimir más el coche. El precio del Toyota C-HR va desde los 24.750 de la versión Active a los 29.600 de la Dynamic Plus.

 


 

Nuestro veredicto

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