Prueba del Volkswagen T-Cross TSI 95 CV: te hará feliz a su modo

Prueba Volkswagen T-Cross TSI 95 CV

No te regalará sensaciones, pero si tranquilidad mental

En esta prueba del Volkswagen T-Cross 1.0 TSI de 95 CV no vas a encontrar expresiones que te lleven a pensar que este coche te hace gritar de felicidad, soltar adrenalina o vivir experiencias que jamás has vivido antes. El protagonista aquí es lo que nuestros compañeros de la edición inglesa llaman "people mover". Es decir, un "movedor de gente". 

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Y creo que no es malo. Durante los kilómetros y los días que lo he podido probar, he disfrutado con un modelo que te lleva de A a B con comodidad y sin quebraderos de cabeza: no tiene funcionalidades que te complican la existencia y sin embargo lleva un equipamiento en el que no falta nada que puedas echar en falta.

Interior del Volkswagen T-Cross

Este SUV urbano tiene las típicas ventajas que se asocian a este tipo de modelos: una postura de conducción elevada que transmite seguridad. También es fácil entrar y salir, ya que no te tienes que dejar caer en el asiento. A cambio, la dinámica es algo peor que por ejemplo la de un Volkswagen Polo, pero a nadie le va a sorprender y además dudo mucho que ningún comprador llegue a ese límite de manejo.

Cuando me pongo frente al volante, me encuentro con un habitáculo espacioso y muy Volkswagen que me permite una buena visión circular que te va a dejar aparcar muy bien en línea.

Nuevo Volkswagen T-Cross

Delante hay espacio para las piernas y en general es un coche cómodo, aunque pienso que mejoraría si el asiento regulable en altura permitiera bajar la altura de la zona de los muslos, ya que tengo la sensación de que la parte trasera queda algo baja comparativamente.

Detrás es algo más justo: con una batalla de 2,56 metros, el espacio es el que es, y si quieres dejar algo de maletero, tienes que sacrificar espacio de los pasajeros traseros.

Más allá de eso, me alegro de que el Digital Cockpit no haya llegado a esta versión (cuestión de gustos). Tiene dos relojes analógicos grandes y que se leen bien y una pantalla multifunción central igualmente buena en términos de legibilidad.

Cuadro de relojes analógico del Volkswagen T-Cross

En cuanto al sistema de infotainment, utiliza la que por ahora es mi versión favorita: la última evolución antes del disparate (de nuevo, opinión personal) del nuevo sistema sin botones físicos que requiere navegar por demasiadas pantallas para hacer funcionar elementos esenciales como el climatizador. 

En este apartado, el T-Cross de la prueba cuenta con unas ruletas físicas perfectamente ubicadas en la zona baja de la consola central y que te permiten cambiar la temperatura sin apartar la vista de la carretera.

Sistema de infotainment del Volkswagen T-Cross

En marcha con el T-Cross: en ciudad sin problema

Con una potencia de 95 CV, seguramente a nadie le sorprenda que es un coche más para vivir entre ciudades que para devorar kilómetros en autopista (que también lo hace). En trayectos urbanos e interurbanos está cómodo; la suspensión es suave en compresión, pero balancea poco y permite circular con bastante confort.

En carretera abierta circula a 120 a unas 2.800 rpm en quinta (a 100 baja hasta las 2.400), pero sientes le falta algo de punch. Este Volkswagen T-Cross que estoy probando es un tres en línea turbo de 999 cc con 95 CV y 175 Nm a 2.000 vueltas. Se dejan notar estas cifras tan modestas sobre todo en el empuje y en recuperaciones en marchas largas. En este sentido, si buscas algo más, por menos de 600 euros puedes optar por la versión de 110 CV que ya trae seis velocidades.

Otro de los aspectos que denotan que es un modesto motor de tres cilindros es en los valores NVH que mide tanto las vibraciones como la sonoridad. En todo caso, como ocurre con las plazas traseras, poco se puede hacer, salvo aislar el propulsor, lo que significaría añadir peso a sus 1.245 kilos.

En cuanto a su funcionamiento, creo que es en general satisfactorio: empieza a mostrar su cara en torno a las 2.000 vueltas, que es al régimen al que entrega el par máximo, y sin duda entre 3.000 y 5.000 vueltas se desarrolla con alegría. Más allá, solo ruido y vibraciones hasta las 6.500 revoluciones, que es cuando entra el corte.

Para terminar la prueba, me queda hablar de la dinámica. El Volkswagen T-Cross no va mal. Tiene un eje delantero preciso que transmite sensación de aplomo y seguridad, sobre todo en carreteras anchas y en buen estado (lo que no es ninguna sorpresa). 

La dirección es suave, ideal para callejear y aparcar en sitios estrechos, pero si subes el ritmo en alguna zona revirada el T-Cross te va a demostrar que no está cómodo: te exige correcciones y la carrocería balancea más de la cuenta. Al menos es un coche noble que, salvo que te vuelvas loco, no te va a poner en ningún apuro.

Como conclusión, diría que el Volkswagen T-Cross de 95 CV ha protagonizado una prueba que se podría definir como cómoda. Probablemente no encuentres pasión en ella como sí lo harías con un Pagani Zonda, pero en este caso las risas llegan cuando conduces sin contratiempos y comodidad. Y eso es algo de lo que muchos no pueden presumir.

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