¿Gasolina a tres euros? Ford tenía la solución hace 50 años: el Nucleon, un coche nuclear

Ford Nucleon

Gustavo López Sirvent

Podía recorrer 8.000 kilómetros sin recargar el propulsor

Quizá hablar de energía nuclear en los años 50 pueda dar miedo y malos augurios porque unos años antes, en 1945, se lanzaron dos bombas atómicas en Japón. Pero ahí quedó todo y se empezó a pensar en esta opción como fuente de energía. En 1954  la Unión Soviética construyó la primera central nuclear de fisión. Y en 1958 surgió el prototipo Ford Nucleon.

En la industria, fuera del ramo que fuera, la energía nuclear corría como la pólvora. Se habló de  barcos atómicos, trenes atómicos, coches atómicos y hasta aviones y cohetes atómicos. Y entre medias llegó un coche atómico.

El diseño del Ford Nucleon se basaba en diferenciar sus dos partes: la primera era el coche en sí, con el bastidor, ejes y la cabina; la otra era el bloque de propulsión, y que contenía el núcleo, la vasija del pequeño reactor nuclear, el moderador, el sistema de control, el sistema de refrigeración, el blindaje y los elementos de seguridad.

La mecánica propulsora se situó sobre el eje trasero, entre los largueros y aletas. El coche evoca, si te fijas bien, a a una pick-up, (como ejemplo, su cabina, muy adelantada -incluso por delante del eje delantero con un gran voladizo-). 

Dos eran las razones de ubicar el motor de esa manera: compensar el peso del reactor nuclear, intentando balancear masas entre los ejes, y a la vez alejar a los pasajeros lo más posible del reactor como medida de seguridad.

El parabrisas y la luna posterior eran de una pieza y el techo de la cabina se sustentaba solo sobre pilares B, sin pilares A ni C.

La física hacía que bajó el capó se produjera una reacción en cadena controlada de fisión nuclear, utilizando uranio enriquecido como combustible. Al haber una masa crítica de uranio la reacción tiene lugar cuando un núcleo se rompe y se divide en dos, liberando varias partículas, entre ellas neutrones, dos o más, que golpearán a otros núcleos, que se dividían a su vez, y así sucesivamente.

Esta reacción generaría calor suficiente para calentar el agua del circuito primario, y con este calentar el agua de un generador de vapor, ya en el circuito secundario, este vapor se hace pasar por una turbina y aquí es donde la energía térmica se transforma en energía mecánica.

El giro de la turbina se haría llegar a través de una transmisión a las ruedas. También habría una turbina secundaria acoplada a un generador para obtener electricidad para los sistemas complementarios. La propuesta era muy similar a la que se estaba aplicando en aquellos momentos a los barcos con propulsión atómica.

Desde Ford pensaron en el ahorro económico que supondría la energía nuclear, que saldría casi gratis. Lo que parece que no tuvieron en cuenta es el coste del coche, incluido el reactor nuclear, y si compensaría. Estimaban que se podrían realizar más de 8.000 km con cada recarga de combustible. Otra ventaja era que este modelo no generaba humo de ningún tipo.

Imaginaban también que en el futuro habría estaciones para repostar el combustible nuclear, repartidas por las carreteras, donde retirar el combustible gastado, y recargar con nuevo combustible, con garantías de seguridad radiactiva. Pero, evidentemente, no fue así. Y puestos a imaginar. ¿Te imaginas no tener que pagar 3 euros por litro de gasolina? Pudo ser y no fue...

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