El día más triste de la historia de la F1: en memoria de Senna y Ratzenberger

Ayrton Senna Donington Park 1993

Un fin de semana que cambió el deporte por completo. Aquel Gran Premio de San Marino en Imola de Fórmula 1 se llevó a Roland Ratzenberger y Ayrton Senna. Para muchos, el mejor piloto de todos los tiempos.

Aquellos que hemos crecido viendo la Fórmula 1, incluso siendo jóvenes, tampoco olvidamos. Muchos no estuvimos en aquel 1 de mayo de 1994 en el Circuito de Imola, pero estos sucesos trascienden el espacio y el tiempo. Aquel fin de semana fallecieron Roland Ratzenberger y el queridísimo Ayrton Senna.

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El primero, marcó un inicio de fin de semana catastrófico. El segundo, no era el Senna de otros eventos. Todos hemos visto aquellas imágenes de Ayrton antes de la carrera. Su semblante serio, casi descompuesto. La mirada perdida, un pensamiento indescifrable. El brasileño era un fiel creyente de Dios. Quizá, en aquel momento, habló con él.

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Ayrton Senna en McLaren

Blink Publishing

No contemos la historia. Todo el mundo la conoce de sobra. Senna tuvo un fallo mecánico en su Williams y se salió de pista en la curva de Tamburello a más de 200 km/h. La carrera se suspendió y el mundo contuvo el aliento mientras los servicios médicos atendían al piloto.

Como contenemos el aliento cada vez que vemos el sensacional documental sobre su vida, ganador de varios premios cinematográficos. Si durante toda su carrera, cada adelantamiento, cada acción, cada victoria rezumaban magia frente a los espectadores y el televisor... Aquel día, esa magia abandonó el mundo.

Veo esas imágenes 30 años después y la desesperación, la oscuridad se adueñan de mi ser. Como si el mundo se viniera abajo, cuando aquel monoplaza se queda parado en la pista italiana tras golpear el muro de hormigón.

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Con banderas rojas en el circuito, y como parte del destino, el equipo Larrousse sacó a pista al piloto Érik Comas. Años antes, en 1991, Ayrton Senna lo salvó de un accidente bajándose de su McLaren para apagar el coche, que seguía acelerado y con Comas inconsciente en el interior.

El gesto del brasileño dio la vuelta al mundo. Y mientras Comas daba aquella vuelta, vio la situación en la que se encontraba su compañero de parrilla. Poco después, al volver a boxes, se retiró del evento. Conmoción o gentileza, lo que debió sentir fue un torrente de emociones.

El mismo que todos sentimos durante aquellos minutos, en directo o 30 años más tarde. Con el corazón deseando ver cómo se levantaba, como caminaba. Pero el Rey de Mónaco nunca se levantó. El piloto que se robó los corazones de todo el mundo falleció con 34 años de edad.

Ayrton Senna

Aquel semblante serio parecía una premonición. Senna vio a Dios en las calles de Mónaco durante aquella vuelta digna de los héroes griegos del Olimpo. Y quizá volvió a hablar con él ese 1 de mayo de 1994 mientras su vista se difuminaba momentos antes de ponerse el casco.

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Sin embargo, estoy seguro de que Senna hubiera querido que el recuerdo de su vida y la magia que creaba al volante de un deportivo fueran el más preciado legado del que disfrutáramos. Los que le conocieron y le vieron. Los que no tuvimos esa suerte. 

Dediquemos unos minutos no a rememorar su accidente, sino a su sonrisa. A sus enfados, a sus mocasines en el Honda NSX en Suzuka, a las victorias y los adelantamientos. No olvidemos la magia del que hizo soñar a tantos niños en el mundo con llegar a ser una décima parte de lo que él representaba. Sempre Senna.