Este Testarossa es de cuando KOENIG-SPECIALS era el preparador más bestia y loco

El preparador más loco de todos los tiempos con el Testarossa más loco de todos los tiempos. Todo en orden

Se supone que iba a ser fácil: aparcar un Ferrari en el centro de Tokio para tomar algunas fotos; contar la historia de uno de los preparadores más locos que jamás haya existido y volver a casa. Pero no.

KOENIG SPECIALS Testarossa

La gente del lugar está haciendo algo que nunca hace: reaccionar. Detenerse, mirar, incluso hacerse un selfie: todo es muy poco japonés. Y no es porque algún occidental esté haciendo un mal trabajo disfrazándose de James "Sonny" Crockett. No, están confundidos por lo que tienen delante: la encarnación visual de los años ochenta, un Ferrari Testarrosa con el kit widebody de König y equipado con todos los excesos visuales de la época (cuero rojo, altavoces locos, esferas blancas y faros escamoteables y doble turbo). 

De cualquier manera, los lugareños están perdiendo la cabeza. Prueba de que deberíamos ponernos hombreras bajo nuestras chaquetas de tiro ancho y celebrar el tiempo salvaje de un hombre: Willy König. Hace 40 años, los ricos en general tenían mucho dinero y pocas preocupaciones, un cóctel perfecto para los preparadores alemanes del estilo de AMG, RUF, Gemballa, Boschert y Treser. Cuando se trataba de preparaciones, lo más loco venía de Alemania. Y entre todos, nadie abrazó lo excesivo de los ochenta como Willy.

König era un magnate editorial siempre con una mano en el volante. Empezó en secreto a los 17 con el alias de Robert Frank tomando prestado el Ford Taunus 12M de su madre. Mientras ella pensaba que se iba de fin de semana, en realidad se apuntaba a subidas y rallies en general. 

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Bueno, hasta que su tapadera fue revelada por un periódico local que publicaba que había ganado una carrera. Pero ya era demasiado tarde su carrera en ese mundillo se había convertido en una bola de nieve  y, a lo largo de los años, König acabó pilotando una larga lista de modelos del estilo del Ferrari 275 GTB, Ford GT40, Lola T70, BMW M1 Procar y la bestia de Porsche, el incomparable 962. Incluso ganó el Spezial-Tourenwagen-Trophy alemán en un Porsche 935K. Mäs tarde le colocó un bloque del 962 y acabó estrellándose en Nürburgring. Pero, como vamos a ver ahora, esto dice mucho sobre su manera de ser.

En 1962, después de haber ganado el campeonato alemán de subidas al volante de un Ferrari 250 GT SWB Berlinetta, llamó la atención de nada menos que Enzo Ferrari. Impresionado por el desempeño de Willy, il commendatore lo invitó a un evento celebrado en su honor en Maranello. Pero donde la mayoría de las personas tenía demasiado respecto por Enzo Ferrari, a Willy no le importaba demasiado armar alboroto. Sobre todo cuando llegó su Ferrari 365 BB.

Ferrari 365 BB

Fue el primero en Alemania, pero a Willy no le gustó. No era lo suficientemente crudo, no sonaba lo suficientemente bien y no era lo suficientemente rápido. Entonces, aprovechando toda su experiencia en la pista y su oca osadía, decidió mejorarlo él mismo. 

Le metió un turbo al bóxer de 12 cilindros para darle 450 CV, lo calzó con los mejores neumáticos, instaló suspensión de competición y luego lo ocultó todo en un kit de carrocería más ancho y con más alerones. La gente se echó a reír, los tifosi se burlaron, pero cuando vieron lo rápido que rodaba en circuito, muchos dijeron que tendrían uno, independientemente del precio.

Deseando que la oferta cubriera la demanda, Willy estableció oficialmente su negocio de preparaciones en 1974. Para evitar la confusión con otros concesionarios alemanes de la época, le puso una "E" e hizo algo muy ochentero: ponerlo todo en mayúsculas. KOENIG-SPECIALS pronto cogió velocidad de crucero con una misión sencilla: hacer coches de calle con prestaciones de coches de carreras.

KOENIG SPECIALS C62

Pero no iba solo a esta aventura. Tenía dos grandes mentes a su lado: el gurú de la ingeniería y la potencia Franz Albert, y el extravagante genio aerodinámico Vittorio Strosek (un apellido que a más de uno seguro que le suena). Tampoco se limitaron a modelos de Ferrari. La gama se volvió bastante extensa, ya que ningún modelo que existiera era demasiado difícil de exprimir o sagrado.

Había locos Jaguars, peligrosos Mercedes. También el Road Runner, un Porsche 930 Turbo con faros de 928 y luces traseras de Audi 200. Los BMW de todas las formas y tamaños recibieron vías tan anchas que cabían ruedas de tractor. A los Lamborghini se les colocaron dobles turbocompresores. Cuando se eliminaron las carreras del Grupo C, comenzó a comprar los chasis de los 962 y los convirtió en los KOENIG-SPECIALS C62 con aire acondicionado y los vendió como coches de carretera por un millón de marcos alemanes de la época. Como puedes imaginar, estos modelos tan locos llamaron la atención de famosos igualmente locos, como Mike Tyson o Sylvester Stallone. 

Pero entre todos, fueron los Ferrari los que cautivaron a toda una generación. Principalmente porque eran tremendamente efectivos, capaces de quitarte el aliento y, dependiendo de tu nivel de aguante, dejarte con los ojos en blanco. Y de todos ellos, la pieza que encarne mejor la locura de Willy fue el KOENIG-SPECIALS Testarossa.

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Para muchos, el Testarossa estándar era el mejor coche de los años ochenta. No para Willy. Vittorio Strosek lo cogió y lo hizo más afilado; quitó las icónicas tomas laterales de Pininfarina, lo ensanchó. También sacó grandes conductos tipo NACA en la cubierta trasera para alimentar los turbos. Ahí es donde Willy y Franz se hicieron cargo. Modificaron el motor, primero experimentaron con varios tipos de alimentación, pero se conformaron con dos turbocompresores con los que conseguían 1.000 CV, 610 más que el estándar. Fue suficiente potencia para empujar el Testarossa de 0 a 100 km/h en 3,4 segundos y 380 km/h. Fue uno de los coches más rápidos del mundo.

KOENIG SPECIALS Testarossa

Como era de esperar, cuando Enzo Ferrari se enteró del trabajo de Willy, comenzaron años de batallas legales. Pero era muy tarde. Con una imagen loca, potencia brutal y un paisaje sonoro para echar de comer aparte, la leyenda de KOENIG-SPECIALS no paró de crecer. Se produjeron miles de coches deportivos hasta que la producción se detuvo cuando el planeta empezó a divertirse menos.

Sorprendentemente, Japón era el mercado más grande de KOENIG-SPECIALS. Y, como los selfies de Shibuya demuestran 40 años después, la gente todavía está loca por ellos. Así que toma tu vaso con Tang de naranja: es hora de brindar por los años ochenta. Y, lo que es más importante, echa un trago a la saludo del preparador más loco de todos, Willy König.

Un texto de Rowan Horncastle