Opinión: ¿Calidad percibida o real? ¿Han perdido los fabricantes la cabeza?

¿Calidad percibida o real?
¿Te gustan los fuegos artificiales?

Desde hace varios años, todos los que amamos el universo del automóvil estamos asistiendo a una escalada sin precedentes en la apariencia ofrecida por los vehículos nuevos. O, al menos, en todos y cada uno de los elementos que quedan a la vista. ¿Calidad percibida o real? ¿Qué es mejor? ¿Están perdiendo algunos fabricantes el norte dedicando tanto esfuerzo a crear auténticas joyas con ruedas... cuya fiabilidad deja mucho que desear? 

Está claro: a la hora de diseñar un automóvil -aquí tienes cómo lo han hecho con el Seat Ibiza 2017- existen una maraña de factores importantísimos que habitualmente están íntimamente ligados entre sí. Además de lucir una imagen exterior atractiva -como la de los SUV, cuyo éxito se intenta explicar mi compañero Raúl Salinas en este artículo-, deben poseer una oferta mecánica suficiente, eficiente... y todo ello con un espacio interior lo más amplio posible que transmita buenas sensaciones a sus ocupantes. 

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A todos nos encanta sentarnos dentro de un vehículo y poder notar su nivel en cada detalle, pero... ¿nos dejamos deslumbrar en ocasiones por los fuegos artificiales que emplean las marcas? Haz memoria: seguro que en más de una ocasión te has encontrado discutiendo con alguien sobre qué coche es mejor que otro, y uno de los argumentos de peso de tu interlocutor habrá sido "es que te montas y no se puede comparar", ¿verdad? Eso, estimados amigos, se debe a que quienes se dedican a alumbrar los coches de 2017 -por poner un ejemplo- saben muy bien dónde darnos para ganarse nuestra simpatía. ¿Qué preferirías a la hora de la verdad? ¿La calidad percibida o la real? 

Deja de mirarme así. Cuando hago esa distinción entre las calidades me atengo a un criterio muy sencillo: lo que el coche parece ser y lo que es en realidad... cuando llega el momento de tenerlo, conducirlo cada día y, sobre todo, visitar el taller. Y de eso, desgraciadamente, saben mucho algunas marcas de reconocido prestigio que destacan precisamente por dotar a sus modelos de los interiores con mayor refinamiento disponibles en el mercado. Como es evidente no voy a citar a ninguna en concreto, pero los resultados del ranking de J.D. Power son demoledores -aquí tienes los coches con menos averías-: prácticamente todos los fabricantes orientales se pueden permitir presumir de una fiabilidad fuera de toda duda... con sólo unos pocos europeos tras sus pasos. ¿A qué puede deberse esto? Muy sencillo: es una cuestión de mentalidad. 

Algo que siempre se critica de los fabricantes japoneses -y ahora también a los coreanos- es lo espartanos que pueden llegar a ser por dentro. La presencia de plásticos de tacto duro y de botones algo arcaicos siempre es objeto de burla por parte de muchos usuarios, e incluso de algunos de mis compañeros de profesión. ¿Cuál es el objetivo de estos interiores tan... jurásicos? La respuesta es simple: durar. Mientras que los elegantes y blandos al tacto componentes de un modelo alemán de alta gama ofrecen una experiencia casi sexual al ser tocados, los de un modelo oriental son rudos, secos y, aunque bien ajustados, más pobres visualmente. Pero la clave de todo está en otro punto: ¿cómo van a estar esos mismos plásticos dentro de 10 años? Para comprobarlo basta con echar un vistazo a un modelo de cada región de segunda mano -aquí tienes los peores consejos para vender tu coche usado- y sacar tus propias conclusiones. 

Pero lo más grave no es eso: además de una resistencia al paso del tiempo menor, parece que todos los fabricantes -salvo unos cuantos ya citados- adolecen en estos días de unos índices de fiabilidad realmente preocupantes. Para mal, claro: ¿cómo puede explicarse que hasta tres constructores de vehículos considerados como premium puedan estar bastante por debajo de la media del mercado? De nuevo, la respuesta es sencilla: lo que se gasta en un sitio se elimina de otro... aunque el coste para el usuario sea el mismo en el mejor de los casos.

Antiguamente cualquier coche se ponía a prueba durante miles de kilómetros en todas las condiciones posibles de circulación, que incluían paseos de los guapos por el desierto, la montaña, zonas heladas, lluviosas y muy secas. Por todo tipo de firmes. Durante meses. Y lo que se rompía se volvía a diseñar para que no fallara. ¿Qué sucede ahora? Que las simulaciones en una sala controlada son más baratas... como también lo son las campañas de revisión masivas que son cada día más frecuentes. Sí, has leído bien: a cualquier marca le sale más barato llamar a 50.000 clientes para arreglar un problema que dedicar un mes más de desarrollo para evitarlo desde el principio. 

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Por eso siempre he sido -y seré- defensor de los vehículos procedentes de Japón y Corea: además de no querer ir de un palo que no les corresponde, saben ofrecer una calidad sobresaliente con una apariencia distinta a lo que se puede encontrar por aquí. Habitualmente, claro. Y como sucede con toda regla, tengo mi excepción: en mi casa todavía rueda un ejemplar de 1991 del Kadett (aquí tienes la historia del recordado Opel Kadett GSi) y también otra de 1985 del 924 -uno de los Porsche que puedes comprar por menos de 20.000 euros-. Que, como podrás imaginar, no han dado nunca un sólo problema serio de fiabilidad. 

¿Cómo te has quedado? A todo el equipo de Top Gear le gustaría conocer tu opinión sobre el tema de la calidad percibida o real: no dudes en dejarla en nuestras redes sociales para compartir tu punto de vista, experiencias, consejos... y amenazas de muerte. Nos vemos todos en el parque de los patos. A las 20, que con el calor que hace ni apetece iniciar una pelea a sillazos. 

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